Cuando nos proponemos ciertos cambios con el propósito de incrementar nuestra satisfacción personal, con frecuencia establecemos como prioridad construirnos “islas de paz”. Espacios preservados de los problemas cotidianos, tiempos y/o lugares en los cuales gozar de una pausa en la cual regenerarnos para, luego, retornar con energía renovada a las luchas habituales. Una isla de paz, un “spa” para el cuerpo, la mente y/o el espíritu.
Así, hacemos de ciertos tiempos y/o lugares, santuarios a salvo de la aceleración y el agobio con que vivimos fuera de ellos. Puede ser la oración, la meditación, una caminata, el yoga, alguna sesión terapéutica, la práctica de cualquier actividad con la cual logremos “des-enchufarnos”, etc. Un espacio en el que logramos sentirnos bien, y del cual salimos llevando una cierta cuota de paz para proseguir nuestras rutinas diarias.