martes, 5 de enero de 2016

Un pequeño relato de Franz Kafka

 
(*)


Regreso al Hogar


Al regresar atravieso el zaguán y miro alrededor. Es el viejo cortijo de mi padre. El charco en el medio. Entremezclados objetos viejos e inservibles cierran el paso hacia la escalera del granero. El gato acecha desde el balcón. Un trapo desgarrado, atado alguna vez a una barra, mientras alguien jugaba se agita al viento. He llegado. ¿Quién me recibirá?. ¿Quién espera tras la puerta de la cocina?. La chimenea humea, están preparando el café para la cena. ¿Sientes la intimidad? ¿Te encuentras como en tu casa?. No lo sé, no estoy seguro.

Es, la casa de mi padre, pero todos están uno junto al otro, fríamente, como si estuviesen ocupados en sus asuntos, que en parte he olvidado y en parte no he conocido jamás. ¿De qué puedo servirles, qué soy para ellos, aún siendo el hijo de mi padre, el hijo del viejo propietario rural?. Y no me atrevo a llamar a la puerta de la cocina, y sólo escucho desde lejos, sólo desde lejos, tenso sobre mis pies, pero de manera tal que no me puedan sorprender escuchando. Y porque escucho desde lejos no oigo nada, salvo una leve campanada de reloj, que quizá sólo creo oír llegándome desde los días de la infancia.
Lo que, además, ocurre en la cocina es un secreto que los que allí están sentados me ocultan. Cuanto más se duda ante la puerta, más extraño se siente uno. ¿Qué tal si ahora alguien la abriese y me hiciese una pregunta? ¿Acaso yo mismo no estaría entonces como alguien que quiere ocultar su secreto?

                             - - - - - - - - - - - - - - - - 
Ha pasado un poco más de dos años y medio desde la última entrada de este blog. La tentación de considerar a esta nueva publicación, luego de tanto tiempo, como un regreso al hogar, es enorme. Más aún, considerando los afectos que solían darse cita aquí.
Elegir regresar a través de la publicación de un pequeño relato, es también un guiño a esa tentación. Muchos pequeños grandes textos pasaron por aquí, dándonos pie para, a partir de ellos, adentrarnos en caminos que probablemente sus autores no previeron. Es la maravilla del arte, de toda obra que, lanzada por su autor hacia el futuro, se ve expuesta a la interpretación, a la reinterpretación y a la recreación por parte de cada destinatario. Esperamos haber sido respetuosos con cada texto ajeno que tomamos como base de lanzamiento.
Sin embargo, toda tentación nos pone a prueba, en cuanto demanda una elección: la seguimos o no y, en uno u otro caso, sabemos cómo pueden ser hechas nuestras elecciones: de modo consciente, o inconsciente. Tentarnos con lo que fue, a su vez, tiene un componente adicional: aquello hacia lo que podemos deslizarnos es el pasado, hacia lo que ya no es, y pretender que siga siendo. 
El relato que escogimos de Franz Kafka nos ilustra muy bien al respecto: el protagonista regresa a la casa de su padre, reconoce ciertos aspectos del paisaje y, sin embargo, se siente ajeno. Quizás porque siempre lo fue (recordemos que la relación de Kafka con su padre fue por lo menos ambigua, si no conflictiva), pero aún cuando así no fuese, en el presente esa ajenidad responde a que nadie puede seguir siendo quien alguna vez, en el pasado, fue. 
Que el pasado ya no sea, de todos modos, no puede llevar a un aspecto innegable: hoy somos lo que somos, por muchos factores y, entre ellos, uno es nuestro pasado. La ventaja de ser seres que vamos siendo, es que podemos regenerarnos, recrearnos sin quedarnos anclados en el pasado. Pero superar el pasado, no estancarnos en él, siquiera ilusoriamente, requiere un acto consciente.
Así, volver a este lugar es un regreso al hogar, pero sabiendo que ninguno de quienes estuvimos aquí somos, hoy, idénticos a quienes en su momento fuimos. Ojalá, desde la última vez que nuestros pasos hayan andado estos caminos, hayamos crecido. Ojalá, siendo distintos a quienes fuimos, al reencontrarnos, podamos regocijarnos, y decidir elegirnos una vez más, mutuamente. Ojalá, no siendo ya quienes fuimos, nuestra renovación personal nos lleve también a encontrar nuevos compañeros y compañeras de camino. 

Desde ya te agradezco tu visita, tu atención. Si quieres compartir tu comentario conmigo y con otros visitantes, puedes usar el espacio que hay aquí abajo. Si esto te gustó y quieres compartirlo vía Facebook, Twitter, etc., también aquí abajo encontrarás los botones para hacerlo. Si quieres regalarme el placer de tu compañía en mi página en Facebook, en el lateral derecho encontrarás la opción para unirte. Gracias! Pablo
(*) Imagen tomada de http://www.biography.com/people/franz-kafka-9359401

viernes, 25 de mayo de 2012

Revolución


Hoy, 25 de mayo de 2012, en Argentina se conmemora la Revolución de 1810, que de algún modo significó el primer gobierno local en un territorio que era colonia española, y el desarrollo de un proceso que en 1816 llevaría a la declaración de la independencia.
Quizás sea una buena oportunidad para hacer presente el auténtico sentido de qué es una revolución, e interpretarlo en clave personal.

lunes, 21 de mayo de 2012

Acerca de los límites

(*)


La foto que encabeza estas palabras tiene por título “Crepúsculo fortuito”, y fue tomada por Tara Miller.
Tara Miller es una mujer canadiense que tiene glaucoma, y su visión se encuentra reducida en un 90%. Con esa foto, en 2011, a sus 39 años de edad, ella ganó el concurso de fotografía llamado “Eye Remember National Photography Competition”, un certamen organizado anualmente por la CNIB (Canadian National Institute for the Blind, Instituto Nacional Canadiense para los Ciegos), y destinado a personas ciegas o con serias pérdidas de visión. En http://www.eyeremember.ca/Gallery.aspx puede verse una galería con las fotos participantes en el certamen… una más bella que otra.

jueves, 2 de febrero de 2012

Islas de paz



Cuando nos proponemos ciertos cambios con el propósito de incrementar nuestra satisfacción personal, con frecuencia establecemos como prioridad construirnos “islas de paz”. Espacios preservados de los problemas cotidianos, tiempos y/o lugares en los cuales gozar de una pausa en la cual regenerarnos para, luego, retornar con energía renovada a las luchas habituales. Una isla de paz, un “spa” para el cuerpo, la mente y/o el espíritu.
Así, hacemos de ciertos tiempos y/o lugares, santuarios a salvo de la aceleración y el agobio con que vivimos fuera de ellos. Puede ser la oración, la meditación, una caminata, el yoga, alguna sesión terapéutica, la práctica de cualquier actividad con la cual logremos “des-enchufarnos”, etc. Un espacio en el que logramos sentirnos bien, y del cual salimos llevando una cierta cuota de paz para proseguir nuestras rutinas diarias.

viernes, 27 de enero de 2012

Un pequeño cuento con vacas


Las nueve vacas (anónimo)
Dos amigos inseparables consiguieron trabajo como marineros en un buque carguero, con el propósito de cumplir su sueño compartido de  recorrer el mundo. Durante las largas travesías, aguardaban expectantes la llegada a cada puerto para bajar a tierra, encontrarse con mujeres, beber y divertirse.
 En cierta ocasión arriban a una isla perdida en el Pacífico, desembarcan y se van al  pueblo para aprovechar las pocas horas que van a permanecer en tierra.

sábado, 14 de enero de 2012

Un pequeño cuento de Luis María Pescetti


Déme otro
Al finalizar el horario de clases llega una madre a buscar a su hijo. La intercepta la maestra, que trae al niño de una mano.
—Señora, hoy Fernando se portó fatal.
—¿¡Otra vez!?
—Pero fatal, fatal… no hace caso, contesta, se burla de los compañeros…
—Pues, entonces, déme otro.

sábado, 7 de enero de 2012

Un pequeño cuento de Henry Van Dyke


El otro rey mago (“The other wise man”)
1. Prefacio
El lector ya conoce la historia de los Tres Reyes Magos que viajaron desde remotas tierras para presentar sus ofrendas en el pesebre de Belén. Pero, ¿ha oído la historia del cuarto Rey Mago, que también vio la estrella y la siguió, aunque no pudo llegar a tiempo? Aquí he de relatar las andanzas de aquel peregrino que, a pesar de haberle sido negado la realización de su mayor anhelo, encontró el éxito en esa negativa.
Contaré la historia guiándome por los fragmentos que oí en el Vestíbulo de los Sueños, en el Palacio del Corazón del Hombre.