sábado, 28 de mayo de 2011

Un pequeño cuento sobre un juicio


¿Culpable o Inocente? (Anónimo)
Hace mucho, mucho tiempo, un sujeto muy poderoso asesinó a una mujer.
Como contaba con importantes recursos y contactos, logró que otro hombre, muy virtuoso, fuese injustamente acusado por el crimen que él había cometido.
El acusado fue llevado a juicio sabiendo que estaba prácticamente condenado de antemano, y cuál sería el castigo: ¡La horca!
El juez, involucrado en la cuestión, intentó sin embargo mantener las apariencias de un juicio justo e imparcial, por lo que dijo al acusado:
- Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor, hemos de dejar en manos de él tu destino. Hemos de tomar dos papeles separados. En uno de ellos escribiremos la palabra “culpable” y en el otro la palabra “inocente”. Tú escogerás uno de esos papeles, y en tu elección actuará la voluntad de Dios decidiendo tu destino.
El juez tomó dos trozos de papel y escribió en ellos, pero no como había anunciado, sino que en ambos anotó la palabra “culpable”.
El acusado, aún sin saber qué era lo que se escondía tras la maniobra del juez, era consciente de que se trataba de una trampa.
No había escapatoria. Eligiese lo que eligiese el acusado, el papel pronunciaría su culpabilidad.
 Luego de unos minutos, el juez ordenó al hombre tomar uno de los papeles doblados. El hombre respiró profundamente, permaneció en silencio unos momentos con sus ojos cerrados y, cuando la sala comenzaba a revolverse en un murmullo de ansiedad, abrió los ojos y, con una amplia sonrisa, tomó uno de los papeles y, llevándolo a su boca, lo tragó rápidamente.
La concurrencia explotó en una exclamación de asombro. Sorprendido e indignado, el juez le reprochó:
- ¿Qué has hecho, insensato? ¿Cómo hemos de saber ahora el veredicto divino?
El hombre, con voz calma, respondió:
- Es muy sencillo. No hay más que aplicar la clara regla que estableció Su Señoría… Como un papel decía “culpable” y el otro “inocente”, con sólo leer el que queda sabremos qué decía el que me tragué y, así, cuál es la palabra de Dios sobre mi responsabilidad en este asunto.
Pese a saberse burlado, para no reconocer abiertamente lo tramposo del procedimiento montado, el juez procedió a leer el papel que estaba intacto y, así, se declaró como la voluntad divina que el acusado era inocente.
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Hay situaciones en las cuales sentimos que no tenemos salida. Que elijamos lo que elijamos, no hay opción que sea positiva. O que las posibilidades son tan limitadas y rígidas, que ni siquiera contamos con una verdadera elección.
El hombre acusado en este relato se hallaba ante una de estas situaciones problemáticas. La “realidad” era que podía escoger entre dos papeles… y que ambos decían lo mismo. ¿Cómo modificar la realidad? ¿No es ella objetiva, implacable, de una única manera? ¿No es eso lo que solemos pensar en nuestra propia vida? Podemos adherir al pensamiento positivo, al optimismo, a la voluntad de honrar la vida, a la existencia consciente, pero… hay un punto en el que, más allá de todo eso, la realidad es como es.
La cuestión es… ¿cómo es la realidad? O mejor dicho… ¿sólo hay una realidad aparentemente objetiva, en la cual nuestra subjetividad no desempeña ningún rol?
Aparentemente, por lo que se narra en este texto, el acusado desconocía lo que el juez tramaba. Ignorancia que le jugó a favor. ¿Es llamativo? Quizás no tanto. Quizás, si hubiese sabido la mecánica de la trampa, su mente racional le hubiese indicado que no había escapatoria. Que entre dos opciones iguales, no hay posibilidad de un resultado distinto. Y que no hay más que cierto número limitado de opciones.
Si el hombre del relato se hubiese visto así limitado por su mirada racional, probablemente se hubiese resignado a su condena, tomándola por inevitable. De manera que, ante todo, su principal adversario no hubiese sido tanto el juez o el sistema corrupto, sino su propia renuncia a hallar una salida.
Es conveniente afinar nuestra mirada para distinguir entre la aceptación y la resignación. Aceptar no conduce al desánimo, al desaliento, y eso podría constituir una buena pauta para orientarnos respecto a dónde estamos instalados.
Por otra parte, una reflexión interesante que nos proporciona este texto es que casi siempre existe una elección posible, aún cuando no la veamos a primera vista. Ante lo que experimentamos como situaciones problemáticas en nuestras vidas, no estamos obligados a limitarnos a reaccionar de una única manera.  No estamos obligados a enojarnos, ni a discutir, ni a ceder, ni a envidiar, ni a entristecernos, ni a mentir… en cada caso, podemos aceptar el desafío de trascender la reacción en automático, y buscar la acción creativa. Nada de lo que otros “nos haga” puede ponernos en posición de una marioneta determinada a obrar de un solo modo. Cualquier conducta que otro realice, será un ingrediente en una situación, un elemento en un contexto, en el cual nosotros podremos, casi siempre, decidir nuestro propio aporte.
Cuando logramos ver que no estamos limitados a enfocar nuestra vida sólo desde la perspectiva limitante de lo que “se debe” hacer (deber que, por añadidura, suele estar configurado en función de las creencias que hemos adoptado de alguien externo a nosotros), que podemos sobrellevar la tentación de resignarnos rápidamente y que, en todo caso, disponemos de la última palabra respecto a nuestro proceder, podemos comenzar a observar a los problemas como oportunidades, y no como catástrofes irremediables.

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8 comentarios:

  1. Excelente relato y excelente mensaje. A veces cuando más desesperados estamos es cuando más necesitamos relajarnos para poder ver las cosas de otro modo y actuar con creatividad.
    Gracias por compartirlo.
    Un beso.

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  2. Gracias Pablo por ser parte del camino.
    Todo lo que sucede es siempre para mejor, aunque al principio no nos demos cuenta...
    Abrazo muy fuerte de luz, Mirta

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  3. Gracias Epístola, coincido con tu visión, es precisamente en esos momentos en que se halla el desafío de poder adoptar esa perspectiva, para lograr ver las alternativas que, si nos dejamos atrapar por el torbellino emocional, se nos pasan por alto.

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  4. Gracias Mirta, como señalas, cierto distanciamiento (tan difícil de lograr en los momentos de crisis)permite una apreciación más completa de todo el panorama y, así, lo que visto desde el centro de los sucesos en el momento en que están ocurriendo parece un rompecabezas sin sentido, adquiere un cierto orden en el que cada punto coincide.

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  5. Vilma Angulo Lucena30 de mayo de 2011, 15:39

    Aceptación ó resignación.
    Aceptar lo que te está sucediendo, es comprender que es inevitable, pero ver la posibilidad de superase en todo momento, en cada pensamiento. En cambio la resignación es tirar toda esperanza por la borda, no creer que existe solución para lo sucedido, es abandonar sin pelear!!!! Gracias Pablo, un abrazo desde Venezuela. =)

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  6. Gracias Vilma, me encanta qué claramente distingues entre aceptación y resignación, gracias por compartirlo!!

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  7. JORGE ELIECER MEZA VELASQUEZ31 de mayo de 2011, 13:21

    EXCELENTE CUENTO Y MEJOR AUN LA REFLEXION. BENDICIONES !!! -Ah, somos amigos en FB- SALUDOSSSSS !!!

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  8. Hola Jorge! Muchas gracias por tu visita y tus palabras. Sí, sé que ya somos amigos en FB. Una alegría contar con tu presencia también aquí. Un gran abrazo y lo mejor para tí! Pablo

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