Solemos considerar como camino a la vía que transitamos para arribar a algún destino. Desde esa perspectiva, distinguimos al camino de la meta. En un acercamiento preliminar y simplificado, la noción de camino se vincula más con la de proceso, de medio, y la de meta con la idea de fin, de resultado. Si bien no ahondaremos en esto ahora, dejemos aclarado que merece un desarrollo más refinado, ya que más allá de la meta se halla el propósito, que es el “por qué” de aquella, y más allá de éste se encuentra el sentido, que es el “para qué” del propósito. No son cuestiones menores, porque en el camino de vivir, al fin y al cabo, lo determinante será el sentido de nuestra vida, y entonces será importante que metas y propósitos se encuentren alineados hacia éste.
La distinción entre camino y meta es, como anticipamos, más una idea regulativa que empleamos para comprender algunos fenómenos, que una realidad en sí misma. Pues a menudo una meta es, a su vez, camino para llegar a otra meta, por lo que es también instrumental (un medio que utilizamos como insturmento). Todas las metas son instrumentales con respecto a los propósitos (todas tienen un por qué más allá de ellas), y estos son, a su vez, instrumentales en relación al sentido último de nuestra vida.
Para emprender un camino, como mínimo necesitamos:
a) Saber cuál es el destino al que pretendemos llegar. En principio, se trata de fijar la meta. En este nivel, una buena pregunta es: ¿elegimos nuestras metas, o somos elegidos por ellas? Expresado en otros términos: ¿asumimos una posición de responsables o de víctimas ante las metas?, ¿accionamos hacia o reaccionamos ante ellas?, ¿establecemos metas o respondemos imprevisiblemente ante hechos por los que nos sentimos avasallados?
Si al comenzar este párrafo dijimos “en principio”, es porque en ocasiones podemos preferir no establecer una meta, sino apuntar más bien al nivel de los propósitos o del sentido de nuestra vida. Cuando hacemos esto, somos más libres para fluir, y el recorrer el camino se presenta como un proceso en sí mismo satisfactorio que, en su discurrir, puede ir ofreciéndonos metas que podemos abrazar o desechar.
b) Reconocer el camino. Ya sea en función de la meta a la que aspiramos, o del proceso que deseamos recorrer, tenemos que ver cuál es el camino que se abre a nuestros pasos. No es necesario verlo completo, incluso cuando nos hallamos en esta etapa inicial y creemos ver todas las características del camino, suelen ser más bien espejismos que las condiciones reales de aquél. Los caminos sólo se conocen recorriéndolos.
c) Ponernos en el camino. Es un requisito previo indispensable para poder luego marchar por él. En ocasiones aspiramos a metas sin siquiera cubrir este punto. Es en mucho una cuestión de actitud, pero es fundamental para poder dar el primer paso. Y se trata de esto, de elegir el punto desde el cual dar el primer paso. No implica que nos comprometamos irreversiblemente a recorrer todo el camino, siempre podremos volver a decidir y a elegir. Pero si no escogemos el lugar por el que comenzaremos a marchar, nunca arrancaremos.
Entre la meta y el camino hay una diferencia de temporalidad. Mientras aquella se ubica en el futuro (carácter futurizo que se reduce a medida que nos aproximamos a ella, y se vuelve presente cuando la logramos), el camino, aunque se proyecte hacia delante, es siempre presente, porque el soporte en que se apoyan nuestros pies es siempre el ahora. Esta diferencia de temporalidad implica que la meta puede aportarnos esperanza, pero es el camino la materia prima con la que estaremos trabajando de modo permanente.
Por otra parte, a pesar de ser elementos distintos, el camino y la meta se interrelacionan estrechamente:
- La meta indica el norte al camino que elegimos recorrer. Mientras no tenemos meta, escoger un camino como decisión consciente suele ser difícil. Como dijimos, podemos apuntar al nivel de los propósitos o del sentido, pero esto dependerá en mucho de la situación vital en que nos hallemos. Si pasamos por un período de confusión, de impotencia, de sentirnos víctimas, si bien abandonarse a aquél plano más elevado puede ser lo más efectivo para impulsarnos a salir de ese estado, quizás nuestros sistemas de creencias limitantes hagan preferible optar por una meta concreta que, si bien de manera más modesta, nos motive a movernos.
- El camino nos endereza hacia la meta. Si no nos ponemos en él y comenzamos a andar, la meta queda en estado de puro ensueño. Los seres humanos, en el mundo de manifestación física en que vivimos, nos expresamos a través de cuatro recursos: lo que pensamos, lo que sentimos, lo que decimos y lo que hacemos. No más, no menos. De modo que debemos emplearlos a todos, no sólo para llegar a una meta, sino también para vivir con propósito y con sentido, porque todos ellos hacen a nuestro ser en el mundo.
Pero, a la vez, respecto a ambos es conveniente adoptar cierto grado de flexibilidad:
1.- La meta puede ser alcanzada por diferentes caminos. En ocasiones tenemos una meta pero creemos que sólo existe un camino para arribar a ella, con lo cual nos volvemos ciegos a reconocer otras vías posibles. Y si, para más, a ese camino lo vemos “racionalmente”, pero por algún motivo nuestro corazón lo rechaza, es muy posible que, más que a la meta, nos acerquemos a un estado de insatisfacción, de disgusto, tal vez de desesperación. Supongamos un ejemplo: nos proponemos tener tiempo para disfrutar con nuestra familia; creemos que el único camino para hacerlo es contar con cierta cantidad de recursos económicos; este camino, a su vez, es una meta previa, y el único camino que vemos hacia ella es trabajar doce horas diarias, seis días a la semana, en algo que no nos gusta hacer. Entonces, el día que tenemos libre, puede que nos levantemos agotados por el trajín que llevamos, o hartos de pasar casi todo nuestro tiempo útil dedicados a algo que no nos llena y cuya única razón de ser es obtener una mínima subsistencia, o pensando que tan solo será un escaso día libre y al siguiente tendremos que retornar a la desgastante rutina, estados de ánimo todos que nos ponen en condiciones óptimas de irritabilidad. Amanecemos así y … ¡zas! a los diez minutos ya nos peleamos con nuestro cónyuge, o con alguno de nuestros hijos, nos ponemos más molestos de lo que ya estábamos y, a partir de ahí, “se arruinó” todo el día. Y el próximo día reiniciamos el ciclo laboral de pésimo humor.
¿Qué fue de nuestra meta en este ejemplo? O mejor aún: ¿para qué querríamos más tiempo en familia, si el que consideramos breve ya nos basta y sobra para generar una guerra?
Es posible que, cuando reconocemos un único camino, si por algún motivo ese no es el más conveniente para nosotros, no hagamos más que alejarnos de nuestra verdadera meta, y aún más del propósito y del sentido de nuestras vidas.
Variando ese mismo ejemplo, tal vez si nos centramos en que nuestra meta es gozar en familia, quizás ese único día libre logramos levantarnos de buen ánimo y lo transcurrimos en estado de disfrute. Tal vez luego reiniciamos la semana con mejor predisposición y, quizás, en algún tiempo, se nos presenta la oportunidad de realizar un trabajo que exija menos horas, o que nos guste hacer.
2.- Un camino, a medida que lo transitamos, puede ir conduciéndonos a una meta distinta a la inicialmente prevista. Quizás este nuevo objetivo al que nos acerca el camino nos resulte más satisfactorio que el que nos propusimos de antemano, y deseemos modificar nuestra decisión y elegir de nuevo. Es que, como señalamos antes, al hablar de ponernos en el camino, elegimos el punto desde el cual dar nuestro primer paso, pero el devenir de los siguientes puede ir mostrándonos aspectos que ni siquiera habíamos imaginado, y en función de ellos podemos reconstruir nuestra opción original. Por más que sea un camino que ya muchos hayan recorrido con anterioridad, cuando uno lo asume poniendo en él su propia vida, desde que esta es única para cada individuo, ese es un factor diferencial definitivo, por lo que los resultados no tienen necesariamente que ser iguales a los de otro sujeto, y así es como podemos arribar a lugares diferentes.
3.- Así como hay diferentes caminos para alcanzar una meta, y un camino puede ponernos ante metas distintas a las que previmos, hay caminos y metas a los que podemos descartar antes de dar el primer paso, o a medida que avanzamos. Esto, al contrario de ser una decisión rígida, puede ser una muestra de flexibilidad existencial. Cuando otorgamos excesiva importancia a las metas, nos apegamos a estas y a los caminos, y todos pueden resultarnos indispensables. Cuando logramos centrarnos en el plano de los propósitos, y aún más si lo hacemos en el del sentido, reconocemos que hay caminos y metas que no nos enderezan hacia aquellos, o que incluso nos desvían, por lo que podemos prescindir de ellos y confiar en que, de todos modos, obtendremos realización en aquel nivel. Es como la diferencia entre carretear y volar. A mayor altura, más amplia es la perspectiva, y vemos que no estamos necesariamente atados a ciertos medios que, desde el llano, nos parecen imprescindibles.
En el proceso de vivir, es importante efectuar elecciones conscientes respecto a los caminos que recorremos y a las metas a las que aspiramos. Una elección consciente rechaza tanto el movimiento inercial de ir en pos de lo que persiguen otros, como el de hacerlo por el camino que otros creen que es el adecuado. Una elección consciente rechaza también nuestro propio movimiento inercial de continuar buscando lo que buscamos hasta hoy, como el seguir haciéndolo de la manera en que siempre lo hicimos, si en este ahora nuestra decisión es otra.
En un momento existencial quizás posterior, podremos pasar a la elección plenamente consciente, en la que tomamos nota de que se trata de nuestra vida, y que ella posee unos propósitos y un sentido que nos resultan absolutamente propios, únicos, personales. Entonces, estaremos en posición de alinear caminos y metas hacia aquellos.
Pero, aunque esa no sea aún nuestra hora, en este presente que tenemos a disposición podemos comenzar a volver conscientes las decisiones que adoptamos sobre nuestros caminos y metas. Aunque no lo creamos de antemano, desde este mismo momento comenzará a mejorar toda nuestra vida.
Pablo, hermoso tu blog, me gusta mucho. Profundo... Felicidades y Bendiciones. Con mucho afecto, Rosi
ResponderEliminarMuchísimas gracias, querida Rosi, por venir, por el comentario y por los deseos. Una bendición tu visita. Cariños, Pablo
ResponderEliminarMe encantó Pablo! que bien que me viene.....
ResponderEliminarGracias Analía. Me alegra que así sea.
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