miércoles, 22 de diciembre de 2010

Ser original

(*)

Días atrás sentí la necesidad de poner por escrito alguna reflexión referida a la Navidad. De inmediato, sentí terror de hacerlo. Quise sacarme de encima ese sentimiento, traté de no pensar en la cuestión. Porque es tanto lo que ya se ha dicho y escrito sobre la Navidad, y tanto lo que se continúa diciendo y escribiendo, que me inmovilizó esta pregunta: ¿qué podría aportar de original, de novedoso?

Pasaron días, y el sentimiento y el pensamiento de que algo debía hacer con esto, crecieron. A pesar de mi negación. Decidí entonces hacerme cargo. Cuando uno llega a un punto en el que experimenta la perspectiva de que la vida es una elección y una decisión constante, asume también que cuando en su interior siente un imperativo, quizás lo mejor sea abandonar la resistencia y dejarse fluir, elegir en esa dirección.

Cuando adopté esa actitud, experimenté paz. Sentí que iba a hacer lo que tenía que hacer porque mi ser así me lo indicaba. Sentí, también, que el carácter de original o novedoso de lo que fuera a poner no pasaba por donde yo creía. La mirada que tenía, que me paralizaba, provenía de mi intelectualidad. La nueva mirada, que me permitió la rendición, emergía de todo mi ser.

En esta nueva comprensión, entendí que lo que fuera a escribir no tenía por qué ser original en el sentido de conformar una combinación de palabras que nunca hubiese sido formulada, sino que iba a ser original en el sentido de ser expresada por mí, desde mi individualidad única e irrepetible en el mundo, desde mi perspectiva singular. Comprendí que era, al fin y al cabo, aplicar en un ámbito particular lo que siento como parte de mi misión en la vida. Formado en el Derecho, pero desde un punto de vista que excede el abordaje de aquél como un mero conjunto de leyes, con una visión que abreva en la Filosofía, y con un criterio personal de que lo humano no se agota en lo físico y en lo psíquico, uno de mis focos de atención fue, siempre, respaldar la coexistencia y, todavía más, tratar de ayudar a llevarla un paso más allá, para que se vuelva convivencia. Uno de los cimientos de esa construcción es, precisamente, creer que cada ser, por el sólo hecho de vivir su propia vida, aporta una mirada única al entramado universal. Una mirada insustituible, imposible de descartar, si no queremos empobrecernos, porque nadie más que ese ser puede ver lo que él ve, porque nadie más puede mirar desde su lugar.

Esto no significa que vayamos por la vida “plagiando” a los demás, “cortando y pegando” sus creencias, ya que cuando hacemos esto, renunciamos a nuestra originalidad, somos deshonestos con nosotros mismos y empobrecemos nuestra existencia, pues nos convertimos en meros repetidores de lo que otro pensó, sintió, dijo o experimentó. A menudo, somos nosotros mismos quienes no somos conscientes de que tenemos esa facultad, y nos limitamos a reproducir miradas ajenas.

Ser original, creo, radica precisamente en “ser”. Somos cuando somos quienes somos, y no algo distinto. Esto no es un juego de palabras. Somos quienes somos cuando desplegamos sinceridad e integridad. Cuando somos nosotros en todo lo que manifestamos. Cuando exhibimos transparencia y cualquiera, empezando por nosotros mismos cuando nos miramos en un espejo, puede ver en lo profundo de nuestra esencia.

Podemos ser originales con las palabras, las ideas, las emociones y los actos de otro, si antes de volver a lanzarlas al mundo las procesamos en nuestro interior y, así, las cargamos con el sentido, la mirada, que sólo nuestra existencia puede aportarles. “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, por ejemplo, fue dicho hace más de dos mil años (Levítico 19, 18), y si hoy quiero retransmitir el mensaje, creo que no es necesario que me devane los sesos buscando otras palabras que transmitan lo mismo. Puedo usar esas mismas, y ellas serán una reiteración mecánica o una expresión original, en función de cuánto esté comprometida mi propia vida al pronunciarlas. Nosotros mismos en primer término, y luego los demás, notamos la diferencia entre una y otra cosa. Claro que, si la frase no es de conocimiento masivo como la que puse de ejemplo, creo que es un reclamo de nuestra propia honestidad, citar la fuente.

Aún más, en estos tiempos de globalización, en que el mundo se vuelve más pequeño en muchos sentidos (y abismalmente lejano en otros), con enormes cantidades de conocimientos al alcance de quien puede y quiere acceder a ellos, creo que no son las habilidades técnicas las que diferencian a un hacer de otro. En cualquier actividad que se nos ocurra, sea la economía o las terapias florales, la arquitectura o la gastronomía, dos personas pueden tener acceso al mismo tipo de formación “técnica”, si lo desean. La diferencia entre una y otra pasará por el compromiso vital que cada una ponga en su forma de manifestarse.

Hay un componente más, que tiene que ver con que en toda comunicación hay por lo menos dos, un emisor y un receptor. No olvidemos que, desde la mirada de los demás, el “otro” somos nosotros. En cualquier relación, creo, uno decide recibir al otro, no tanto en función de la originalidad de lo que ese otro siente, piensa, dice o hace, sino de la originalidad que se experimenta en el seno de esa relación, es decir, por qué se siente especialmente bien con esa persona. Eso, más que con la originalidad del emisor, tiene que ver con la resonancia que el receptor experimenta con aquél. A veces uno resuena con un mensaje incluso a pesar de quien lo emite, a veces uno resuena con el mensajero más que con lo que nos transmite. En uno u otro caso, uno termina relacionándose con lo que, más allá de toda apariencia, vibra en lo profundo del ser. Por eso, también, las relaciones con los otros, sean estos mensajes, personas o sucesos, en la medida en que las desenvolvemos de manera consciente, son caminos que nos ayudan a descubrirnos a nosotros mismos.

Ignoro si esto que puse te resulta original o no. Pero, de mi parte, agradezco la originalidad de tu compañía.

PD: El post sobre la Navidad, va en la próxima ocasión.
(*) Imagen libre de derechos obtenida de http://www.fotosearch.es/IMR417/ie245-001/

2 comentarios:

  1. Entiendo perfectamente hacia donde queres ir. Yo asumí hace poco tiempo mi condición de cantante, oficio que durante años golpeaba a mi puerta sin cesar, mientras estaba ocupada estudiando alguna carrera universitaria o con algún empleo administrativo. Mi voz quería salir a toda costa, hacerse escuchar, y lo hacía muy de vez en cuando, siempre como invitada de algún amigo músico.. era subirme a un escenario y sentir que "me volvía el alma al cuerpo". A mediados de este año me despidieron del trabajo adminsitrativo que conservaba hacía casi tres años, en una clínica oncológica, al cual le dedicaba 9 horas diarias, y en el que depositaba toda mi energía, responsabilidad, honestidad.. Decidí tomarme ese hecho como la posibilidad de empezar a hacer lo que realmente me gusta: cantar. Al principio estaba llena de dudas, ya que muchos de mis amigos y mi hermano son músicos y yo rodeada de semejantes talentos, no sabía cómo definir mi situación, porque yo no soy compositora, solo interpreto canciones. Soy una intérprete, performer. Y el fantasma de cantar canciones ya conocidas me empezó a invadir, no resultaba original. (Sin el más mínimo intento de comparación) me acordé de que hacía un año atrás había estado viendo a Liza Minelli brillar en el Luna Park, cantando canciones que no le pertencen, (ella no compone), dejandonos a todos boquiabiertos con su entrega, con su amor por lo que estaba haciendo, emocionada, habiendo salido de una encefalitis dias atrás, no hubo a quien no se le pusiera la piel de gallina al verla y escucharla, puedo garantizarlo. Y me dije, "Valen, adelante." Y aquí estoy. Empezando un nuevo camino, difícil, porque todo es nuevo, los tiempos, las formas, los resultados. Pero es tan gratificante. Es aquello que me sale del corazón, que estuvo desde que tengo uso de razón ahí tratando de salir, desde que la maestra de música de preescolar lo llamó aparte a mi papá para decirle, "señor, esta nena tiene que ser cantante".. la vida lo lleva a uno por caminos que ni se imagina, pero de que es realmente maravillosa, no tengo la menor duda.
    Un abrazo. Muy bueno el Blog. Me encanta. Gracias.

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  2. Gracias por tus palabras y por lo que expresás a través de ellas, Valen. Me encanta tu comentario, la profundidad de él y la luz que deja ver desde tu interior.
    Aparte de eso, coincido con lo que decís. La vida nos llama en esos momentos en que nuestro ser se siente pleno, y en vez de escucharla le damos oídos a nuestras creencias limitantes. Nos comparamos para desmerecernos, nos limitamos, nos damos por vencidos sin siquiera intentarlo. Esto ya se hizo, yo no puedo, no voy a agregar nada ..... Y sí, claro que podemos hacerlo, porque nunca nadie hizo lo que podamos hacer nosotros, si lo hacemos poniendo nuestra vida. Eso marca toda la diferencia.
    Es verdad también que a veces es sólo por medio de lo que parece un "golpe" que nos decidimos a escucharnos, a elegir de nuevo. Porque es en esos momentos que sentimos más dolor que miedo a cambiar, y entonces nos atrevemos.
    Es elogiable ser compositor, es elogiable ser cantante, es elogiable cualquier actitud en la que pongamos nuestra vida, creo.
    No es fácil decidirse a ese camino, pero quedarse quieto, aunque parezca más cómodo, no lo es, y además es frustrante.
    ¡Ánimos y lo mejor de vos en lo que elijas, Valen!
    Pablo

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