miércoles, 16 de noviembre de 2011

Recuerdos



“El recuerdo nunca captura la esencia, la intensidad presente.
Es, por así decirlo, el cadáver de una experiencia del que se ha desvanecido la vida”
(Alan WATTS)


Por mucho que nos esforcemos en recordar cualquier suceso de nuestra vida, existe un puente entre él y nuestro presente que no puede existir más que en nuestra imaginación. Podemos pensar acerca de él, sentir emociones, transmitirlo con palabras, pero jamás revivirlo físicamente de manera idéntica a como fue en su momento. Aún eso que sí podemos experimentar, como los pensamientos, los sentimientos y las palabras, se refieren al pasado, pero son formulados en nuestro presente.
El propio tiempo verbal que empleamos para abordar nuestros recuerdos es descarnadamente sincero al respecto: “estuvimos” en tal lugar, “hicimos” cierta cosa, “fuimos” a determinado sitio, “nació” o “murió” equis persona, etc.
Esa verdad del lenguaje (herramienta que a menudo encubre, pero que bien utilizada puede también servir para descubrir) pone de manifiesto que el recuerdo es invariable pretérito en múltiples sentidos. Tomemos un recuerdo cualquiera, digamos por ejemplo “aquellas hermosas vacaciones que tuvimos en la ciudad F”. En un primer sentido, esas vacaciones ya ocurrieron, pero no están ocurriendo ahora. En un segundo sentido, esa ciudad que recordamos hoy ya no es la misma de entonces; puede que la juzguemos mejor o peor, pero ha cambiado. En un tercer sentido, nosotros tampoco somos ya exactamente quienes fuimos.
Podemos intentar hacer algo del mismo modo en que lo hicimos alguna vez, pero como bien señala la matemática, la igualdad es una de las formas de la diferencia, pues 2 + 2 es “igual a” 4, pero no hay identidad entre “2+2” y “4”. Ni siquiera la actividad más rutinaria y aburrida que podamos imaginar, por reiterada, se vuelve idéntica. Podemos estar operando una máquina que llena de bebida diez mil botellas en un cierto tiempo, pero ni cada botella es la misma, ni cada bebida es la misma, ni el instante temporal es el mismo, ni nosotros lo somos.
Tampoco es un detalle menor el que nuestra memoria, si bien puede ser un celoso guardián del recuerdo tal como fue, a menudo distorsiona. Es imposible que nos salgamos de nuestra propia subjetividad para apreciar nada, y cuando eso que apreciamos ya ocurrió, la memoria no sólo está teñida por cómo eso nos impactó en su momento, sino por cómo hemos ido evolucionando personalmente desde entonces hasta ahora. Quizás algo que pudo parecernos grave en su momento hoy lo consideremos una banalidad, o a la inversa. Pero no sólo cambiamos el juicio en el presente, sino que a menudo lo recordamos modificado. Esto que ocurre a nivel individual también sucede en escalas mayores, y valga como ejemplo tragicómico aquella expresión tan común de “yo no lo voté” que formulamos respecto a gobiernos que transitan un período de impopularidad. Llegamos a convencernos de que la mayoría no lo votó, y no nos hacemos cargo, ni como individuos ni como sociedad, que sí lo hizo pero luego, por determinadas razones, se modificó la evaluación a su respecto. ¿Qué es lo que suele ocurrir cuando alguien termina en malos términos una relación laboral o de pareja, por dar otro ejemplo? Que hasta se olvida que, en algún momento inicial, a esa relación le dijo “sí, quiero”, y que francamente nadie le estaba apuntando con un arma a la cabeza para que lo hiciese. Teñimos de “negro”, hoy, el recuerdo de ese momento que en algún momento sentimos “rosa”, y lo recordamos como que ya en ese momento lo sentimos así.
Quizás una de las pautas del crecimiento personal sea poder adoptar la perspectiva flexible de asumirse como un continuo que se manifiesta a través del tiempo, que tiene la posibilidad de efectuar elecciones diferentes a lo largo de ese tiempo. Cuando eso ocurre, uno no necesita abjurar de su pasado, ni idealizarlo. Cuando alguien siente la necesidad de echar mano a cualquiera de esos recursos, quizás sea por adoptar una perspectiva rígida, sobre sí mismo, sobre los demás, sobre la vida.
Como también, quienes “viven de recuerdos”, en realidad, apenas sobreviven físicamente, ausentes del compromiso vital con su tiempo presente. Se abrazan a algo que, como dice Alan WATTS en la frase con que encabezamos estas líneas, no es más que un cadáver.


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2 comentarios:

  1. Todo momento es único y si nos perdemos en el pasado no disfrutaremos jamás del presente, cuan dificil es centrarnos mentalmente en el hoy, es un ejercicio constante en el que debemos permanecer para lograr vivir en el momento que importa, el HOY!!!! Gracias querido Pablo un gran abrazo.

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  2. Como dices, querida Vilma, es difícil atender al hoy, pero a la vez es el momento que importa, pues no podemos, realmente, desarrollar nuestra vida en otro momento distinto. O somos conscientes de nuestra presencia, o no, pero no podemos dejar de estar allí. De manera que, por difícil que sea, bien vale la pena no desperdiciar esa oportunidad única. Gracias!

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