“Una embarcación en puerto está a salvo. Pero no es para eso que se construyó”
(John A. Shedd)
Una embarcación es construida con un “para qué” que pasa fundamentalmente por surcar las aguas y ello, a su vez, con otro “para qué” que podrá ser transportar personas, mercancías, otros objetos, patrullar, disputar regatas, etc.
Cuando la embarcación está atracada en puerto, ese tiempo es parte del proceso más amplio del “para qué” que sirve, y tiene, también, su razón de ser: aprovisionarse de combustible, permitir el descanso de la tripulación, reparar una avería, cargar o descargar lo que lleva, etc. Pero a nadie se le ocurriría que, dado que la embarcación es muy valiosa, y la navegación conlleva riesgos, la estadía en puerto se convierta en su destino definitivo. Por valiosa, bonita o cualquier otra característica positiva que la embarcación pueda tener, su razón de ser radica en el movimiento a través del agua con cierta finalidad.