(En “El futuro del éxtasis”)
Érase una vez un pez que vivía en el gran océano, y puesto que el agua era transparente y se apartaba siempre convenientemente de su nariz cuando él se desplazaba, ignoraba el hecho de que habitaba en el océano.
Bien: un día, el pez hizo una cosa muy peligrosa, a saber: comenzó a pensar "Sin duda, soy una entidad notable, pues puedo desplazarme por el espacio vacío".
El pez acabó por confundirse con tanto pensar sobre el moverse y el nadar, y de pronto cayó en un ansioso paroxismo: había olvidado el arte de nadar.