sábado, 10 de septiembre de 2011

Un pequeño cuento sobre el pasado


El cruce del río
Cuenta esta historia que, en cierta ocasión, dos monjes caminaban a través de un bosque, de regreso a su monasterio.
Al llegar a la orilla de un río, vieron allí a una mujer que lloraba en cuclillas. Era joven y atractiva.
- ¿Que te sucede? – le preguntó el monje más anciano.
- Mi madre se muere –respondió la joven-. Ella está sola en su casa, del otro lado del río, y yo no puedo cruzar. Lo intenté, pero la corriente me arrastra y no podré llegar nunca al otro lado sin ayuda… pensé que no la volvería a ver con vida. Pero ahora… ahora que aparecisteis vosotros, quizás alguno de los dos podrá ayudarme a cruzar…
- Ojalá pudiéramos – se lamentó el más joven-. Pero la única manera de ayudarte sería cargarte a través del río y nuestros votos de castidad nos impiden todo contacto con el sexo opuesto. Eso está prohibido… lo siento.
- Yo también lo siento- dijo la mujer y volvió a llorar.
El monje más viejo se arrodilló, inclinó la cabeza y dijo:
- Sube.
La mujer no podía creerlo, pero con rapidez tomó un atado de ropas y montó a horcajadas sobre el monje.
Con bastante dificultad, el monje cruzó el río, seguido por el otro más joven.
Al llegar al otro lado, la mujer descendió y se acercó en actitud de besar las manos del anciano monje.
- Está bien, está bien- dijo el viejo retirando las manos-. Sigue tu camino en paz.
La mujer se inclinó en señal de gratitud y humildad, y corrió por el camino del pueblo.
Los monjes, en silencio, continuaron su marcha hacia el monasterio.
Luego de un par de horas de caminata, el joven le dijo al anciano:
- Maestro, hay algo que me perturba. Tú sabes mejor que yo acerca de nuestro voto de castidad. No obstante, cargaste sobre tus hombros a aquella mujer para cruzar el río.
- Es cierto que yo la llevé a través del río –respondió el anciano-, pero la dejé apenas pisamos la otra orilla. ¿Pero qué pasa contigo, que aún la cargas en tus pensamientos?
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Es imposible que el pasado nos persiga, y mucho más que nos atrape.
Sin embargo, una de las preguntas que más a menudo nos formulamos, es:
- ¿Cómo puedo dejar atrás tal hecho de mi pasado?
La respuesta es en extremo simple, tanto que puede molestar, y por eso mismo la descartamos. Para dejar de estar detenidos en el pasado, basta con dejar de mirar en esa dirección.
Desde que es pasado, que ya ocurrió, no hay manera en que hoy nos persiga… salvo que seamos nosotros quienes sigamos dándole vida, una vida artificial por cierto, volviendo una y otra vez sobre lo que ya sucedió. Entonces, no es el pasado el que nos persigue, si no nosotros quienes insistimos en zambullirnos en él. Obviamente, como el tiempo ha transcurrido, nuestro volver allí es puramente mental, a través de pensamientos y emociones que tenemos en el presente. Lo cual produce una cierta incoherencia con la que nos procuramos sufrimiento: estamos en el presente, pero nos ausentamos de él para instalarnos en un pasado ya inmodificable.
Decíamos, en el cuento de la semana pasada (“Otro pequeño cuento sobre Ikkyu”, en http://enelcaminodevivir.blogspot.com/2011/09/otro-pequeno-cuento-sobre-ikkyu.html#links), que “donde enfocamos nuestra atención, ponemos el hálito de nuestra vida. Es allí donde estamos presentes de manera consciente”. Cuando nos enfocamos en el pasado, nos ausentamos del presente, pero no logramos revivir lo ocurrido.
Si alguien nos comentase:
- ¿Cómo puedo evitar el temor a ser devorado por un dinosaurio carnívoro? Es una idea que casi no me permite salir a la calle, a cada caso temo que aparezca uno…
¿Qué le responderíamos? Casi con seguridad, le diríamos que los dinosaurios ya no existen, que se extinguieron hace muchísimo tiempo. Probablemente hasta lo tomaríamos como una broma que nos hace esa persona.
Sin embargo, el torturarnos con lo que ya ocurrió no nos resulta en absoluto una cuestión graciosa… pese a que su entidad es tan real como la de los dinosaurios. Sólo que en los dinosaurios no pensamos o, si lo hacemos, es sabiendo acerca de su inexistencia actual, mientras que a nuestro pasado lo seguimos pensando como si aún estuviese con nosotros en este momento.
Tuve una pareja con la que fui infeliz. Mis padres me golpearon. Elegí una carrera de manera equivocada. Tuve un jefe con el que lo pasé pésimo… La lista puede ser interminable. Quizás haya hechos tan intensamente traumáticos que justifiquen recurrir a una asistencia terapéutica para superarlos. Pero el grueso de los sucesos con los que nos atormentamos, no tienen tal carácter, sino que la intensidad está puesta en cuánto insistimos en volver a ellos, en detenernos en ese punto, sin hacernos conscientes de que, hoy, estamos parados en un lugar diferente.
Para dejar de sentir que aún estamos en medio del río, a menudo basta con mirar, de manera consciente, el momento presente. Es entonces cuando podemos darnos cuenta que, vayan adonde vayan nuestros pensamientos, físicamente ya estamos en la orilla, secos y a salvo.

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1 comentario:

  1. Es un trabajo fuerte enfocarnos en el presente y desechar el pasado, pues la mayoria de las veces nos enganchamos el ésto o aquello que nos sucedión pero a trabajar, a trabajar en centrarnos en el ahora Gracias!!!!abrazos muy grandes :)

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