viernes, 28 de enero de 2011

Un pequeño cuento de Álvaro Yunque



La obra maestra

El mono tomó un tronco de árbol, lo subió hasta el más alto pico de una sierra, lo dejó allí, y cuando bajó al llano, explicó a los demás animales:
- ¿Ven aquello que está allá? ¡Es una estatua, una obra maestra! La hice yo.

Y los animales, mirando aquello que veían allá en lo alto, sin distinguir bien qué fuere, comenzaron a repetir que aquello era una obra maestra. Y todos admiraron al mono como a un gran artista. Todos menos el cóndor, porque el cóndor era el único que podía volar hasta el pico de la sierra y ver que aquello sólo era un viejo tronco de árbol. Dijo a muchos lo que había visto, pero ninguno creyó al cóndor, porque es natural en el ser que camina no creer al que vuela.

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A menudo renunciamos a nuestra posibilidad de ser cóndores, de remontar vuelo y experimentar por nosotros mismos el viaje rumbo a la cima de nuestra realización personal.
Nos resignamos a quedarnos en tierra, atenazados por nuestros miedos, por nuestras creencias limitantes.
En ocasiones se nos presentan “elegidos” que, ellos sí, pueden contemplar lo que a nosotros nos está vedado. Son como monos astutos. Pero somos nosotros quienes decidimos creer en ellos.
¿Y si, por fin, un día nos decidimos a despegar?





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