lunes, 19 de septiembre de 2011

Juzgar


Conservemos nuestras bocas cerradas y nuestras plumas secas
 hasta que conozcamos los hechos”
A. J. Carlson

Para llegar a “conocer los hechos”, para poder comprender el panorama completo que lleva a alguien a actuar (o a no actuar) de cierta manera, tendríamos que lograr tener acceso no sólo a toda la historia de su vida, sino también a toda su interioridad.
Cuando pronunciamos un juicio, ¿qué tanto sabemos sobre aquél a quien juzgamos?
Ser compasivos no es adherir a lo que otro hace (o no hace), sino admitir que ese otro elige diferente a como yo lo hago, desde otro lugar que no es el mío, que pese a ello tiene al menos un elemento en común conmigo (como mínimo el ser humano), y que por esa conjunción de ser distintos en la unidad, la conclusión que se impone es no juzgarlo.
Por ello, aún cuando en ocasiones haya comportamientos (u omisiones) tan nocivos para la coexistencia que hagan necesaria la intervención de esas figuras a quienes damos en asignar el rol cívico de “jueces”, quizás sea conveniente no dejar de lado, aún entonces, ciertas pautas:
- Que ese juicio sólo debería reservarse para hechos que comprometan la coexistencia, y no para cualquier nimiedad, la cual con toda probabilidad podrá contar con otra vía de solución.
- Que ese juicio será sobre lo que esa persona hizo (o dejó de hacer), no sobre toda su persona.
- Que siempre deberá dársele la posibilidad de hacerse oír, para conocer su versión.
- Que el juicio recién termina cuando esté dictada la última sentencia posible por parte del organismo competente para ello, nunca antes, por lo que no debe condenarse de antemano por lo que digan los medios de comunicación o los rumores de la gente.
- Que esa última sentencia dará, en todo caso, una cierta versión de los hechos tal como se los tuvo por probados a lo largo de ese juicio, lo cual constituye una verdad “posible”, de carácter bastante modesto frente a la falsa pretensión de arribar a “LA VERDAD”.
- Que más allá de esa sentencia, quedará el ser humano, por lo que quien la pronuncie, debería ser bastante prudente y sensato como para no desentenderse de la importancia que su intervención puede tener sobre ese destino.

Si no nos toca ser esos funcionarios a quienes llamamos “jueces”, entonces, nuestros juicios no aportan a la coexistencia, máxime cuando los formulamos desde una posición de distanciamiento, incluso desde una cierta sensación de superioridad moral respecto a aquél a quien juzgamos.
Quizás, cuando nos hallemos en presencia de alguien que obra (o no obra) de un modo en que creemos que nosotros jamás lo haríamos, sea más humanitario preguntarnos por ejemplo de qué abrazos habrá carecido esa persona que nosotros sí tuvimos la fortuna de recibir, o qué otra “piedra existencial” puede haber hallado y no supo o no pudo superar, y acudir a nuestra amorosa paz interior en vez de pronunciar una veloz y despiadada condena desde nuestro ego.


Desde ya te agradezco tu visita, tu atención. Si querés compartir tu comentario conmigo y con otros visitantes, podés usar el espacio que hay aquí abajo. Si esto te gustó y querés compartirlo vía Facebook, Twitter, etc., también aquí abajo encontrarás los botones para hacerlo. Si querés regalarme el placer de tu compañía en mi página en Facebook, en el lateral derecho encontrarás la opción para unirte. Gracias! Pablo

8 comentarios:

  1. Te reconozco como mi compañero de camino, busco la Verdad a través del Amor. Me gustaría conocer muchas personas como vos, virtual y físicamente. UN abrazo. Griselda.-

    ResponderEliminar
  2. Enormes gracias, Griselda! Por lo demás, soy absolutamente común, así que seguramente conocerás ya muchas personas como yo. Cariños! Pablo

    ResponderEliminar
  3. Que se siente cuando juzgamos... no es fácil describirlo... cuando de nuevo miramos a los ojos a esa persona juzgada, normalmente hay una necesidad de pedir perdón cuando nuestro ego no se impone... pero si somos conscientes de nuestra decisión de juzgar, vamos a darnos cuenta que no juzgamos un acto del otro, sino que es un reproche a nosotros mismos. en ello escondemos miedos, rabias, incapacidades... etc.. pero

    Que sentimos cuando no juzgamos... lo has hecho de manera consciente? cierto que se siente bien? luego miramos a los ojos a esa persona y en ellos se ve un GRACIAS!

    Juzgar es un deporte mundial... no tiene raza, nos creemos dioses con facultad... pero no juzgar nos hace humanos, sensibles, no da paz.

    Diría que no juzgar no impide interactuar con otros, lo que habre es una infinita gama de posibilidades para abrir puertas, para dejar al otro que reflexione sobre su acto y el mismo, quien tiene todos los elementos posibles; emita el juicio sanador... Pablo, como siempre GRACIAS!!! Javier

    ResponderEliminar
  4. Muy buen post,Pablo.
    Que fácil es juzgar y que rápidamente lo hacemos, sin considerar muchos factores.
    Nunca es tarde para corregir esa conducta, veremos que no haciéndolo nuestra alma tendrá más paz; porque al fin y al cabo ...quienes somos nosotros para juzgar?
    Gracias y un afectuoso saludo.

    ResponderEliminar
  5. GRACIAS POR UNA PAGINA DE TANTO APRENDIZAJE¡¡¡¡

    ANTONNY DE MELLO LO LEO HACE MUCHOS AÑOS Y ME

    HA ENSEÑADO TANTO.TODO LO QUE EXPONEN ES MARAVILLOSO¡¡¡RECIBAN MUCHA LUZ¡¡NAMASTE¡¡¡
    griselda ernestina apestegui

    ResponderEliminar
  6. Muchas gracias Ani!! Lo dices muy bien y comparto totalmente...es esa velocidad que apuntas la que lo hace parecer fácil, aunque luego las consecuencias muestren que ha sido una ligereza que resultó difícil. Un abrazo!

    ResponderEliminar
  7. Muchas gracias Griselda,muy amable y estimulante! Celebro que te guste el sitio. Un enorme abrazo! Pablo

    ResponderEliminar
  8. Exelente Pablo como siempre !!!!!

    ResponderEliminar