miércoles, 12 de enero de 2011

¿Cómo nos autoayudamos?


Comencemos aclarando que la expresión "autoayuda" puede resultar equívoca.

Es certera y sintética, pero también se halla tan manoseada que a menudo se la interpreta de un modo despectivo, como un simple recurso comercial para vender espejitos de colores, disfrazados de “recetas” y “métodos” que, supuestamente, nos permitirían modificar radicalmente nuestra vida. Es cierto, eso ocurre. Pero asumamos que si existen quienes venden sus “milagros de hojalata”, es nuestra la responsabilidad de comprarlos. Es verdad, a veces estamos tan desesperados, tan perdidos en laberintos a los que no vemos la salida, que echamos mano a lo que sea. Claro que sí. No somos “culpables”. Pero sí somos, aún entonces, “responsables”.


Sin caer en esos “engaños”, las malas noticias son que, a pesar de todo, la mayoría de los recursos de autoayuda no funcionan. ¿Se tratará, entonces, de herramientas inútiles?

Hace mucho tiempo que tengo centrada mi atención en esto, y me gustaría compartir con vos un par de puntos de vista.

El primer punto es que no comeríamos un helado valiéndonos de un martillo, ni clavaríamos un clavo con una taza de porcelana, ni pintaríamos una pared con un libro. ¿O sí? Con esto quiero decir que, antes de evaluar las herramientas, observemos qué uso les damos.

El segundo punto es que, más allá de las denominaciones que pretendamos darle a las cosas, estas son lo que son. Por más que al “martillo” lo llamemos “cuchara”, igual nos va a costar usarlo para comer un helado.

En ese segundo aspecto está, me parece, la clave de la cuestión. Llamamos “autoayuda” a una serie de recursos de los que esperamos no sólo que “nos” ayuden, sino que deseamos que nos reemplacen en el comando de nuestra vida, y nos la solucionen. Tomamos algunas sesiones de Reiki, bebemos ciertas cantidad de frascos de flores de Bach, realizamos un determinado taller, miramos la película “El Secreto” o cualquier otra, mantenemos una actitud positiva durante dos días, nos decidimos a relacionarnos mejor con los demás a lo largo de toda una semana, y luego nos paramos a esperar cómo “nos llegan” los resultados. Más allá de cierto entusiasmo inicial, los logros no llegan, nos decepcionamos y la agradable sensación del comienzo se esfuma … ¿No estaremos pretendiendo comer el helado con un martillo, después de todo?

En ese camino, es muy probable que ningún instrumento sirva. Pues si estamos disconformes con nuestra vida, somos nosotros mismos quienes debemos asumir la responsabilidad de accionar en ella los cambios que nos permitan modificarla. Modificarnos, porque de eso se trata, de ver que nuestra vida es nuestra obra, no algo ajeno. Ayuda, toda la que sinceramente queramos, pero no hay un “jugador suplente” que pueda reemplazarnos en el partido de nuestra existencia.

Esas son malas noticias. Ese es el punto en que la gran mayoría de nosotros cambia de herramienta, o simplemente renuncia y opta por quedarse donde está. Quizás dejemos a salvo la buena intención de aquel a quien acudimos en busca de asistencia, del método empleado y hasta de nosotros mismos. Es sólo que no funcionó. ¡Y es verdad! ¿Cómo no va a ser una mala noticia?

Sin embargo, hay también una buena noticia. En una aparente paradoja, es la misma que consideramos “mala”. Sólo que observada con una perspectiva diferente, que nos muestra la otra cara de la moneda.

Con esta mirada distinta podemos, no importa cuán golpeados nos sintamos, recuperar protagonismo, poder. Hacernos cargo de nuestra vida. Acudir en busca de ayuda para eso, para que nos asista, pero sabedores de que si no comprometemos todo nuestro ser en el proceso, nada externo puede producir un cambio duradero en nosotros.

Podremos ser ayudados para ver que el helado no es el único postre que tenemos disponible. Que hay una amplia variedad de opciones posibles. Si preferimos decidirnos por el helado, podremos ser ayudados para ver que los hay de muchos sabores, y que lo podemos comer en un cucurucho o con una cuchara, por ejemplo. También con un tenedor, pero nos va a resultar más difícil. Y con un martillo, seguramente será una experiencia penosa. En cualquier caso, la elección es nuestra. Y en cualquier caso, también, nadie más que nosotros será quien digiera ese helado.

Quizás sea saludable bendecir y agradecer todos los “fracasos” que experimentamos buscando ayuda con nuestra vieja mirada. Porque, tal vez, en algún punto sean tantos que alcancen nuestra “masa crítica” de hastío personal, la que necesitamos para tomar conciencia de nuestra propia responsabilidad y hacer el “click” que nos permita adoptar una postura de poder. Quizás, cuando no nos hacemos conscientes de ello mediante un sincero autoexamen, nuestro modo de aprendizaje sea llegar a sentirnos tan hartos de que nada funcione, que finalmente nos decidamos a hacerlo funcionar.

Esta es la buena noticia. Que vos, yo, todos, podemos. No desde la posición falsamente optimista, ilusoria y perezosa de decir “yo puedo”, y sentarnos a esperar, sino desde un lugar de alto compromiso personal. Puede ser “difícil”, pero el premio es grande: pasar de sobrevivir, a vivir. Si no nos decidimos, seguiremos mirando pasar nuestra vida desde detrás de una ventana, continuaremos acumulando insatisfacción, tristeza, quejas, culpas, dolor, y con una certeza extra: que el premio, no “nos llegará” nunca.

Y a vos, ¿te gusta el helado? ¿Cómo preferís comerlo?

Me encantará leer tus comentarios y/o sugerencias. Te los agradezco por anticipado.

6 comentarios:

  1. Hola pablo que bueno que hoy me escribiste e invitaste al face y ademas que tuve el honor de que hayas leido mi blog. No se que sucede que no me pueden dejar comentarios pero de todas formas me escriben a mi mail y les respondo. Lo que mas me gusta de esta cruzada es encontrar gente como vos y como tantos otros que no somos nada mas que personas simples y de corazon enorme que miramos mas alla de nuestro propio ombligo... que bueno sumarte a mis filas y sumarme a las tuyas. Prometo el fin de semana leer detenidamente tu blog. gracias al universo porque se hayan cruzado nuestros caminos Namaste!!!! Sonia

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  2. Hola Sonia! Gracias por pasar y dejar tu comentario. También celebro nuestro cruce. Namaste! Pablo

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  3. Quiza en mi experiencia, lo complicado ha sido comprender que poseemos el conocimiento suficiente para lograr la plenitud, las herramientas son la practica de ese conocimiento... no requerimos escuelas, ni talleres. Ese convencimiento parte de las experiencias propias logradas en algunos momentos y por la visualización de las experiencias de otros que lo han logrado.

    El punto es, que nos impide endender que todo esta dentro, que lo externo es el fruto de nuestros miedos adquiridos en la insatisfacción de la infructruosa busqueda externa.

    Hablo en este cruceso varias veces visitado en mi vida, en el sitio mismo de la saturación y esta vez encuentro como punto inicial, mi terquedad de saber que esta en mi y no en ningun otro lado lo que deseo... porque me cruce en este tu crucero? porque estoy leyendo algo que escribes para vos, como si lo hubiese escrito yo para mi?-- un abrazo y gratitud por lo que haces. javier

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  4. Hola Javier! Muchas gracias por tu compañía, y por el sincero y profundo comentario. Valoro mucho ambas cosas.
    Nada es casual, creo. Cuando uno empieza a moverse conscientemente, llega a los lugares, a las personas, con las que resuena en esa etapa. Cuando uno se queda quieto o se mueve por inercia, ¡también! Somos infinitas e increíbles "máquinas" de crear, de atraer, sólo que venimos sin manual de instrucciones e ir aprendiendo es todo un proceso .... a veces doloroso, claro que sí.
    Cuesta creer que el afuera nos refleja, porque nos habituamos a re-accionar, aprendemos que la realidad "es lo que hay" y poco podemos hacer ante eso, apenas tratar de esquivar golpes.
    Desaprender, deshabituarnos, deshacernos y volver a crearnos, es un desafío y da terror. Eso es lo mejor del dolor, que llegamos a acumular tanto que llega el momento en que ¡por fin! nos decidimos a accionar algo por nuestra cuenta, ya que el afuera no cambia. Y caramba, en cuanto empezamos a hacer cambios en nosotros, empezamos a ver cambios afuera. De a poco, despacio, pero es que difícilmente sea de otro modo cuando nos lanzamos a la aventura de crear nuestra vida desde la pena y la autocompasión. Creo que es así, sumando pequeñas experiencias, que vamos creyendo y potenciando que otra alternativa es posible. No vamos a pasar, de golpe, de un nivel 1 a un nivel 100, pero si un día llegamos a un nivel 4, y otro a un 7, y otro más a un 9, ya ahí estaremos mejor, y más cerca, que desde donde "arrancamos".
    Podemos entender intelectualmente esto, y hasta decir "¡qué lindo, qué bueno!", pero creo que sólo cuando empezamos a experimentarlo en el día a día es que "las cosas" comienzan a moverse.
    Buen viaje en tu crucero, Javier, y gracias de nuevo! Pablo

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  5. Me encanto tu nota, ademas de descubrir tu blog.
    Simplemente gracias

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  6. Gracias a vos, Cristina. Por pasar, por dejar tu comentario, por el aliento. Cariños, Pablo.

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