lunes, 25 de abril de 2011

Personalizar


“Le dije que el resi­duo que quedaba en mi estado de conciencia normal, era el recuerdo de que un puma, ya que lógicamente no podía aceptar la idea de que fuera un jaguar, nos había perseguido por una montaña. Agregué que siempre recor­dé que él me había preguntado cuando estábamos a salvo en la cima, si me sentía ofendido por el ataque del felino. Yo le había asegurado que era absurdo que me sintiera ofendido, y él me había contestado que debía hacer lo mismo con la gente. Si me atacaban debía protegerme o quitarme de en medio, pero sin sentirme moralmente ofendido o perjudicado”.
(Carlos Castaneda, “El conocimiento silencioso”)


En la cita del encabezado, el protagonista conversa con su maestro, Don Juan, y refiriéndose a la persecución que sufriera por un jaguar, recuerda una conversación previa en la cual sostuvo que era absurdo sentirse ofendido por ese hecho, y cómo su maestro le respondió que lo mismo debía hacer respecto a la gente.
Comencemos por señalar que a menudo no sólo no adoptamos esa postura respecto a los actos de otras personas, sino que tampoco lo hacemos respecto a fenómenos naturales. Si llueve y teníamos planeado ir a pasar el día al aire libre, no es sólo lluvia, sino esta lluvia en particular que nos arruina nuestro plan. Si pensábamos ir al cine y hay un estupendo día de sol, lamentamos que haya tan bonito día, más propio para disfrutar al aire libre justo cuando nosotros nos encerraremos en el cine. Si un perro nos ladra, sin dudas que es personalmente a nosotros que lo hace.
Si no tenemos siquiera  la prescindencia de adoptar una postura de observador ante un fenómeno natural, y personalizamos todo, ¿qué podemos esperar de nuestra actitud ante las relaciones?
El automovilista que invade la senda peatonal no lo hace independientemente de nosotros, sino contra nosotros. Quien entra a un lugar en el que estamos y no nos saluda no lo hace por descuido, sino porque tiene algo contra nosotros. El vendedor que maltrata a sus clientes no lo hace porque se lleve mal con su trabajo, sino porque algo ha visto en nosotros que no le gusta. Y así hasta el infinito…
Nuestro ego, que es débil y temeroso, necesita encontrar enemigos a cada paso para justificar nuestra desconexión del mundo. El mundo es un lugar hostil, y la experiencia lo demuestra a cada rato, de modo que… mejor nos mantenemos al margen.
Nuestro ego, débil y temeroso, que no nos permite ver el poder que reside en nuestro ser interior de decidir cómo actuar, nos lleva a que adoptemos la posición de víctima, y reaccionemos ante lo que se nos cruza. Personalizamos y reaccionamos ante lo que creemos un agravio personal. Podemos hacerlo luchando o huyendo, en cualquiera de ambos casos el fenómeno que subyace es el mismo: miedo.
Ante cada suceso o persona que encontramos en nuestro camino, intentamos analizarlo en clave personal, pero no para sintonizar con el poder que emanamos y que ha hecho que ese suceso o persona entrase en nuestra vida, sino para vibrar con el temor de que nos hará daño. Nos perdemos en cavilaciones acerca de por qué nos hace lo que nos hace, y qué hemos hecho para producirle esa actitud. Convengamos que es saludable analizar hasta cierto punto nuestra conducta o la de los demás, pero cuando lo hacemos seriamente, y no sobre la base de suposiciones que alimentamos con diálogos puramente mentales, en una escalada que se alimenta a sí misma y no nos conduce a ningún lugar de crecimiento.
Por otra parte, pretender que todo lo que los demás dicen o hacen se vincula directamente con nosotros, es pretender asignarnos una importancia, aunque sea de una manera enfermiza, que no se condice con la realidad. Con frecuencia otros están enojados o tristes o ansiosos por sus propios motivos, y nosotros u otros apenas somos la excusa para darle vía libre a esos sentimientos. Somos el pretexto, no el motivo.
Interpretar todo cuando sucede en términos de hallarse personalmente vinculado con nosotros, implica pasar por alto que, así como nosotros solemos hacerlo, la mayoría de las personas también va por su vida en “automático”, reaccionando por inercia, descargando su enojo con quien no lo motivó, maltratando a quien se muestra amable con él, realizando suposiciones hostiles respecto a un gesto o una mirada, etc.
Y, del mismo modo, marchar por esa senda tiene que ver con nuestro deseo de que los demás actúen de acuerdo a como nosotros creemos que deben actuar. Esto tiene gran relación con el tema de las expectativas, que en no pocos casos terminan en decepciones, y decimos que “fulanit@ nos ha decepcionado”. Cuando, en realidad, a menudo nosotros nos hemos imaginado unas expectativas sobre “fulanit@” que esa persona jamás hizo suyas, por lo que la decepción es nuestra exclusiva responsabilidad.
Recordemos, también, que aquello con lo que cruzamos en nuestras vidas es, en cierta medida, más allá de la apariencia, una oportunidad que se nos brinda para elegir nuestra respuesta ante ello. Podemos elegir una acción que nos permita superar la piedra, o podemos elegir tropezar una y otra vez con ella.
Por esto, es saludable adoptar una actitud de cierto distanciamiento ante lo que ocurre en nuestro camino. Cuando algo tiene que ver directamente con nosotros, podremos hablarlo, aclararlo y, si corresponde, corregirlo. Cuando no tiene directamente que ver con nosotros, podemos dar un vistazo a nuestro estado de ánimo del día para ver si nos hallamos en la misma sintonía en que se encuentra aquello que se nos aparece como un obstáculo y, si es así, intentar cambiar nuestra frecuencia. Y cuando concluimos que algo no tiene nada que ver con nosotros, sencillamente dejarlo pasar sin sentirnos afectados. Aprender ese arte también puede ser la enseñanza que nos ofrece un acontecimiento.

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6 comentarios:

  1. suele suceder que los imprevistos traigan fortuna: "no hay mal que por bien no venga"

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  2. Gracias por tu visita y el comentario. Y sí, es una buena actitud la que planteas, abrirse al devenir más allá de nuestras suposiciones iniciales. Gracias! pablo

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  3. Gracias Pablo profundo verdad!!!! como reaccionamos ante las situaciones. Estar en constante alerta para observar nuestras reacciones ante la vida, son tantas cosas!!! Solo creo que sabiendo que no debemos reaccionar dañandonos o a el otro de ninguna manera y no esperar siempre que sólo lo malo nos susede.

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  4. Gracias Vilma! Es verdad, como dices, "son tantas cosas", ocurre que esas "cosas" están de todos modos en nuestra vida, por lo que tomar conciencia de ellas puede parecer un esfuerzo extra pero no lo es tanto una vez que nos familiarizamos con ello. Enorme abrazo, Vilma! Pablo

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  5. Vilma Angulo Lucena2 de mayo de 2011, 17:12

    Con el tiempo he aprendido el valor de mantener la serenidad ante las dificultades, colocarme en el puesto del otro, tratar realmente de imaginar lo que siente el otro, claro que aveces las circunstancias me descontrolan ,pero trato de retomar la serenidad, respiro y veo todo con distintos ojos. Es un gran trabajo pero se puede!!!! Cada uno de tus artículos me refrescan lo aprendido y practicado en cada circunstancias por la que he tenido el honor de pasar, pues es un honor vivir y me enseñan más de lo que tu puedes creer mil gracias1!! Un abrazo inmenso desde Venezuela

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  6. Hola querida Vilma, qué bueno eso que planteas de ponerse en el lugar del otro. Es de lo más difícil cuando estamos acostumbrados a que el "otro" es siempre quien nos hace algo a nosotros. Cuando, obviamente, para él, su "otro"...somos "nosotros". Como dices, se puede, hay que estar dispuesto a realizar el trabajo, como también señalas, y cuando ganamos en esos segundos de serenidad clave en el momento, vamos viendo con el tiempo que evitamos las erupciones que deterioran no sólo ese momento, sino mucho tiempo después, en nuestra vida, en la de aquellos con quienes explotamos, en la de quienes nos rodean. Qué bonito eso que dices de que es un honor vivir, Vilma...me ha emocionado leerlo, qué bueno que así lo sientas, qué bueno!! Te agradezco tu siempre bella y lúcida compañía, querida Vilma! Enorme abrazo. Pablo

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