sábado, 2 de abril de 2011

Otro pequeño cuento de Julio Cortázar


Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
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Agradezco a Sonia María Simón quien, la semana anterior, a raíz de la publicación en este espacio de “Instrucciones para subir una escalera”, me recordó este igualmente excelente texto (como la mayoría de los de Cortázar lo son).
Sonia apuntaba en su precioso y preciso comentario que, en “Preámbulo…”, le había impactado cómo, en ocasiones, los objetos materiales se adueñan de nosotros en lugar de ocurrir a la inversa.
Creo que Sonia acierta en resaltar lo esencial de la cuestión.
Acabamos siendo esclavos de los objetos cuando, en la opción entre “ser” y “tener”, nos inclinamos por este último, en la convicción de que necesitamos esa “cosa” a la que aspiramos, y sólo una vez que la poseamos podremos sentirnos completos[1]
Esa servidumbre se manifiesta ya desde que comenzamos a perseguir al objeto, para hacerlo nuestro, y se continúa luego de que ya lo tenemos. En ese sentido, en realidad, más que poseerlo, somos poseídos por él.

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[1] Puede verse nuestra nota “Acerca de los logros (Parte I)”, en http://enelcaminodevivir.blogspot.com/2011/02/acerca-de-los-logros-parte-i.html#more

4 comentarios:

  1. HOLA PABLO. UN HONOR QUE LO HAYAS COMPARTIDO EN TU BLOG. LA VERDAD SIEMPRE FUI UNA PERSONA MUY DESAPEGADA DE LAS COSAS MATERIALES Y HACE MUCHOS AÑOS CUANDO LEI LOS CUENTOS COMPLETOS DE CORTAZAR ME IMPRESIONO MUCHO ESTE CUENTO Y REALMENTE CREO QUE LA ESCLAVITUD RESPECTO A LO MATERIAL ES MONEDA CORRIENTE. ES OBVIO QUE TODOS NECESITAMOS CONFORT PARA NOSOTROS Y NUESTROS SERES QUERIDOS PERO SIEMPRE PREFERIRE UN BUEN PAISAJE O UNAS LINDAS VACACIONES EN VEZ DE ALGO LUJOSO MATERIALMENTE. UNA VEZ MAS PABLO GRACIAS POR ESTE ESPACIO HERMOSO QUE COMPARTIMOS Y NAMASTE

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  2. Gracias Pablo, es tan cierto todo! Me lo llevo a facebook para compartir!
    Ana Clara

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  3. Hola Sonia, muchas gracias a vos por la sugerencia, así como por tu interesante comentario. Comparto tus palabras, el fenómeno del consumismo por ejemplo es creciente y se inscribe perfectamente en este ámbito. Al hacernos esclavos, por añadidura, nos "cosificamos" a nosotros mismos, y no sólo estamos al servicio del objeto, sino que incorporamos experiencias que no tendríamos si no fuera por medio de él (como por ejemplo el miedo a perderlo, la competencia con otro que no lo tiene, etc.), y que no son de crecimiento.
    Gracias por tu aporte, Sonia! Cariños, Pablo

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  4. Gracias Ana Clara! Me alegro que te haya gustado, y gracias por tu generosidad de compartirlo. Pablo

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