Para empezar. “El viento y el sol”: una pequeña fábula de Esopo.
En cierta ocasión, el viento y el sol disputaban respecto a cuál de los dos era el más fuerte.
En ese preciso instante, apareció un hombre en el camino.
-¿Ves aquel hombre con su capa? – dijo el viento-. Quien consiga quitársela, será el vencedor.
El viento lo intentó en primer lugar, y sopló tan fuerte como un huracán.
Entonces el hombre, para librarse de él, se abrigó mejor y, cuanto más fuerte soplaba el viento, tanto más se sujetaba la capa con las manos.
Desalentado, el viento dejó de soplar.
A su turno, el sol, sin decir palabra, se limitó a lucir.
El hombre comenzó a sudar y, al no poder resistir tanto calor, se quitó la capa.
Entonces, el sol fue declarado vencedor.
Suele decirse que la moraleja de esta fábula es: “más vale maña que fuerza”.
Es claro que tanto el viento como el sol pretenden, en la fábula, lograr algo. Te invito a que, partir de ella, nos lancemos a dar un vistazo un poco más profundo respecto al tema de nuestros logros.
Dos cuestiones básicas sobre los logros
Cuando comenzamos a examinar el tema de los logros, se nos presentan dos cuestiones básicas:
* ¿Qué es lo que queremos lograr?
* ¿Cómo pretendemos obtener eso que queremos lograr?
Estas dos perspectivas, si bien diferentes, tienen mucho que ver una con la otra. En lo que sigue vamos a penetrar con algo más de detalle en ellas.
a) ¿Qué es lo que queremos lograr?
Este aspecto también admite dos aproximaciones:
a1.- ¿Buscamos ser o tener?
a2.- ¿Buscamos por elección consciente o inconsciente?
a1.- ¿Buscamos ser o tener?
¿Por dónde pasa la esencia de los logros a los que aspiramos?
Puede que pretendamos lograr cosas, personas, situaciones, sensaciones, para “tenerlas”.
Tenerlas significa que creemos que, cuando las consigamos, ellas nos darán algo de lo que aún carecemos.
Por ejemplo: queremos una pareja que nos dará amor, queremos un auto que nos dará comodidad, queremos ser socios del club tal que nos dará status social, queremos un anillo porque será símbolo de poderío económico, queremos que fulanito sea nuestro amigo porque nos dará afecto, queremos un masajeador electrónico que nos dará unas cervicales sanas, queremos unas vacaciones porque nos darán felicidad…
En todos estos casos, es la posesión del logro la que nos completará.
O, en cambio, puede que el logro al que aspiramos deseemos experimentarlo como expresión de lo que ya somos, para manifestar, incluso para crecer, en nuestro ser. Porque ya estamos completos, porque ya somos, comprometemos todo nuestro ser en lo que queremos manifestar. Porque ya somos, aspiramos a manifestar la mejor versión de nuestro ser en todos los aspectos de nuestra vida, lo que puede incluir nuestras relaciones de familia, amistosas, amorosas, nuestra actividad laboral, nuestra salud, nuestra economía, nuestro confort material, nuestra expresión artística, nuestros pasatiempos, nuestro cuerpo, nuestros hábitos, etc.
En este supuesto, el logro es la manifestación de nuestra completitud previa a él. Las sensaciones que vivimos en este estado son paz, serenidad, paciencia, felicidad, plenitud.
Cuando precisamos del logro para sentirnos completos, aparecen la ansiedad, la presión, la urgencia, las dudas. Porque como no nos gusta experimentar la carencia fundamental, que es el sentirnos incompletos, cubrirla se vive como una necesidad, una exigencia, un imperativo.
Esto produce una complicación adicional.
Como la consecución de la meta nos resulta imprescindible, desde que no es nuestro ser dándose ya pleno, sino buscando lo que lo complete, es posible que “el fin justifique los medios”, es decir, que no nos importe el tránsito hacia el objetivo, el proceso, sino sólo estar ya en posesión de él.
Esto puede movernos a realizar acciones que sea perjudiciales para otros, sí, en eso es en lo que pensamos cuando alguien menciona esa conocida frase. Pero me permito llamar tu atención sobre cómo también puede ser dañino para nosotros mismos de dos maneras en las que no solemos reparar:
1.- Cuando “exageramos” los medios: trabajamos 14 horas al día incluyendo los fines de necesario si nos parece necesario; hacemos todo lo que creemos que nuestra pareja espera de nosotros; vamos a ver las películas que nuestro círculo de amigos considera imperdibles; tenemos siempre el teléfono móvil disponible por si a algún cliente se le ocurre alguna consulta a las once de la noche o un domingo a la tarde; no faltamos nunca al gimnasio aunque un día prefiramos irnos a pasear con un amigo.
¿Qué es lo que hacemos aquí, en definitiva, más allá de lo que superficialmente pueda parecer? Nos damos en exceso, lo que no significa “generosamente”, sino alocadamente. No donamos la expresión de nuestro ser porque somos felices al hacerlo, sino que nos “cosificamos”, nos consideramos casi una mercancía, y nos suministramos, aún más allá del agotamiento, a lo que creemos que hará de puente hacia lo que perseguimos. Sí, como lo leíste. Si es una relación amorosa, no nos damos al otro porque así ambos podremos crecer, sino que nos damos para que el otro se sienta feliz, porque cuando el/ella es feliz, nos da su amor. Entonces, el otro es lo que dije: un puente hacia lo que realmente queremos. Hay hasta cierta hipocresía en este modo de actuar, a veces voluntaria, a veces involuntaria, pero siempre inauténtica. Cuando elegimos esta vía, nos volvemos personas “excesivas”: excesivamente buenos, serviciales, cariñosos, bien dispuestos, atentos, considerados, trabajadores, eficientes, meticulosos, ordenados… lo que se te ocurra. Porque cuando somos algo, lo somos, y somos auténticos. Pero cuando somos “excesivamente”, caemos en la sobrerrepresentación (la representación exagerada) de lo que no somos.
2.- Cuando “suprimimos” los medios: en ocasiones, la exigencia de tener el logro se vuelve tan abrumadora, que produce en nosotros el efecto contrario. Como lo vemos como algo totalmente externo a nosotros, y como nos percibimos incompletos sin él, no podemos contemplarlo como natural consecución del devenir de nuestro ser, no vemos el nexo entre nuestro ser y el logro, sino que sentimos y/o pensamos que necesitamos algo más para llegar a él. Y como nos percibimos incompletos, es muy posible que nuestra autoconfianza, nuestra autoestima, no sean muy sólidas. Por tanto, podemos experimentar que los recursos de que disponemos no son suficientes para llegar al logro que deseamos, e incluso podemos sentir que ni siquiera somos capaces de incorporar otros recursos. Un ejemplo: tenemos que dar un examen; aprobarlo, sería nuestro logro; pero sentimos que no podemos concentrarnos en lo que tenemos que estudiar y, todavía más, sentimos que no hay modo de incorporar la capacidad de concentración que creemos necesaria para superar la prueba. ¿Qué hacemos entonces? No hacemos. Suprimimos los medios. Renunciamos. Como nos es imprescindible aprobar ese examen para sentirnos completos, y sentimos que no podemos lograrlo, abandonamos el camino previo en algún punto anterior a tal examen. Y lo hacemos sabiendo o sin saber que lo hacemos. Podemos renunciar diciendo “no me da la cabeza”, “el estudio no es para mí”, o podemos engriparnos el día anterior, chocar con el auto, que uno de nuestros hijos amanezca con fiebre… Te sorprenderías de lo poderosos que podemos ser cuando comprometemos nuestra vida en algo, aunque sea de modo negativo, limitante. También podemos recurrir a la “procrastinación”, que es ni más ni menos que posponer: empezamos la dieta… el lunes; dejamos de fumar… mañana; hablamos con nuestra pareja… cuando ambos estemos descansados; nos sentamos a escribir un informe… cuando llueva porque si hay sol mis hijos quieren ir al parque… ¿Te suena conocido algo de todo esto?
a2.- ¿Buscamos por elección consciente o inconsciente?
Los logros que deseamos, ¿por qué los deseamos?
A veces nuestro deseo se basa en que, con cierto logro, obtendremos la aprobación de alguien que para nosotros resulta significativo. Ese alguien puede ser una persona concreta (papá, mamá, mi pareja, mi hijo, un amigo, un vecino, el gerente de la empresa en la que trabajo, un cliente, etc.) o bien difuminarse y adoptar la vaga forma de un ente colectivo (mi grupo de amigos, los socios de mi club, la clientela de mi empresa, la familia de mi cónyuge, mis conciudadanos, “la sociedad”, etc.). Por ejemplo, podemos estudiar Arquitectura porque es una tradición familiar, porque tengo unos amigos arquitectos que me prometieron trabajar con ellos en el futuro, porque es una profesión que cuenta con un gran reconocimiento social en mi ciudad, porque me dijeron que de aquí a unos años se producirá un boom en la construcción, etc.
Es, de una manera u otra, aspirar al logro porque es “lo que se tiene que hacer”, algo que siento casi como una obligación aunque lo enfoque como una oportunidad (porque si es una oportunidad que desaprovecho, soy un tonto, con lo cual es mayormente una obligación).
Es, de una manera u otra, aspirar al logro para satisfacer el deseo de otro.
Es, también, si queremos satisfacer el deseo de otro para obtener su reconocimiento, porque carecemos de auto-reconocimiento y, así, nos percibimos incompletos. Aquí no es el logro el que viene directamente a llenar ese hueco, sino la aprobación externa que suscita el logro.
Es, tal vez más evidentemente, un modo de perseguir amor.
Pero es, en cualquier caso, nuestra elección. Aunque lo hagamos por presión familiar o cualquier otro motivo externo, no dejamos de ejercer nuestra responsabilidad personal. Siempre somos quienes tenemos la última palabra, y ella puede tanto ser “sí” como “no”.
O bien, podemos enfocarnos en los logros como realizaciones de deseos propios. Aquí no auscultamos la voluntad de alguien más, sino que miramos dentro nuestro.
Obviamente, ese mirar dentro nuestro no nos garantiza salir de la inconsciencia, pues si, como vimos en el punto anterior, nos sentimos incompletos, será nuestro deseo, pero no estará alineado con la esencia de nuestro ser, sino con el “tener”. No saldremos del plano de la exigencia, de la presión.
Pero, cuando buceamos en nuestro interior, también puede ser que nos experimentemos ya como seres plenos y, entonces, conectemos con los modos en que nuestro ser aspire a manifestarse. El “por qué” y el “para qué” del logro al que aspiramos. Aparecen aquí nociones como las de “propósito”, “sentido”, “misión”. Es lo que nuestro ser elige expresar. Podemos mencionar aquí la conocida frase de José de San Martín, “serás lo que debas ser o no serás nada”, donde en la base de ese “deber ser” está la libre expresión de nuestro ser en lo que considera manifestación de su plenitud, y de allí que, si no se realiza, devenga en “nada”, porque al no ser lo que escoge, es algo diferente, y no ya el ser. Un ejemplo: si mi misión personal es ayudar a otros a vivir saludables, pero tomo un empleo público porque “creo” que es lo que garantiza mi subsistencia, renuncio a expresar mi ser, cuya potencialidad en este aspecto, al frustrarse, se vuelve “nada”, queda en el limbo de lo que “pudo ser” pero nunca llegó a “ser”. ¿Cuántas vidas frustradas podríamos haber vivido?
Si descubrimos lo que nuestro ser quiere expresar, y ponemos nuestra vida en ello, estaremos enfocados a nuestra propia elección, y estaremos siendo lo que somos. Y si somos lo que somos, la posibilidad más cierta es crecer en nuestro ser, y no convertirnos en algo distinto. Un león crece como león, nunca se vuelve una gallina. Es verdad, el león no se enmaraña en creencias limitantes, simplemente es lo que es. Pero tengamos en cuenta algo: por más que nos creamos gallinas, que actuemos como tales, que movamos nuestros brazos como si aleteáramos y hagamos sonidos que imiten el cacareo, jamás seremos gallinas.
(Fin de la Parte I - En la Parte II, veremos cómo pretendemos obtener lo que queremos lograr)
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buenos dias gracias por esa fabula Esopo pero lindo muy original la vida es eso no podemos compectir sino aprender gracia y muchas gracias
ResponderEliminaraveces los logros son ta sencillos como sentarse ver el atardese
luzstellalopez
Gracias Stella por tu visita y por el comentario. Es verdad, a veces por perseguir los grandes logros no reparamos en los cotidianos, y nos perdemos ocasiones de disfrutar.
ResponderEliminarUf !!!! Cuanta intensidad en tu escrito... necesitaré tiempo para meditarlo. Es muy bueno...
ResponderEliminarBuscamos la felicidad fuera de nosotros mismos, y ese es el error, nadie, ni nada material puede hacernos felices, pero claro ! eso nunca nos lo dirán en un anuncio publicitario ¿ no ?.
Hay algo de lo que dices que no me queda del todo claro : Ciertamente, cuando das amor , o te das a los demás... lo recibes multiplicado con creces.... quieres decir que entonces ,eso es egoísmo ???? .....
Si cuanto más doy, más recibo.... entonces .. ¿que hago ? ¿ No doy ?....
Hola Charo! Gracias por haber leído la nota y por tu comentario. Es muy interesante lo que planteás. Si bien a algo de eso me refiero más adelante en esta nota, te anticipo mi punto de vista.
ResponderEliminarCuando damos "calculando" lo que recibiremos luego, no estamos donando, sino intercambiando, dando para recibir, entonces no damos lo que somos, sino que damos como parte de ese intercambio. Dar es eso, dar lo que somos, con la intención de expresar lo que somos, y sin calcular lo que vendrá después como "recompensa".
Y ocurre que, cuando damos así, como nos damos a nosotros mismos, a menudo recibimos con la misma "calidad", generosa y desinteresadamente, y por eso es que lo que dimos se multiplica, porque es como una semilla que se echa al viento, que prospera en tierra fértil y produce un árbol, y luego éste los frutos, etc.
Dar calculando sí me parece egoísta, regalar lo que somos creo que no pasa por allí.
Gracias otra vez, Charo, y sobre todo por tan interesante cuestión sobre la que llamaste nuestra atención. Abrazo! Pablo