La fe y las montañas
Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios. Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio. Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.
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Hemos abandonado la fe y las montañas permanecen por lo general en su sitio.
Hemos abandonado la fe en nosotros mismos, y las montañas del miedo, de la desconfianza, de la crítica, de la culpa, de la impotencia, permanecen por lo general en su sitio… justo sobre nosotros, aplastándonos.
Por momentos, endulzamos nuestros oídos con palabras que nos inspiran una cierta ilusión en que podemos mover montañas. Nos sentimos bien. Queremos creer. Pero no creemos ni, mucho menos, sabemos. Dudamos.
Con todo, decidimos hacer la prueba… quizás, pese a todo, funcione eso de mover montañas.
Comenzamos a pensar en las montañas. Pensamos que se mueven, mientras nos sentimos un poco ridículos. Todo el mundo sabe… que las montañas no se mueven.
Probamos de hablarles. Les decimos a las montañas que se muevan. Aseguramos que las montañas están a punto de desplazarse. Mientras tanto, nos sentimos más absurdos que cuando pensábamos en que se movieran, quizás hasta alguno de nuestros vecinos nos escuche y piense que nos hemos vuelto locos.
Comenzamos a sentirnos un poco desesperados. Las montañas no se mueven. Las hemos imaginado moviéndose, les hemos pedido y ordenado que se muevan, y nada. Comenzamos a empujarlas. Primero apoyamos nuestras manos, luego hacemos fuerza con nuestros brazos, más tarde descargamos el peso de todo nuestro cuerpo sobre ellas. Sabemos que nunca una montaña se ha corrido empujándola, pero quién sabe, nosotros sí creemos en los milagros y quizás…
Con fuertes calambres, cansados, llenos de decepción, impotencia y enojo, nos damos por vencidos. Las montañas están allí, en el mismo lugar que cuando comenzamos, a pesar de haber puesto todo de nuestra parte. Dios no es justo y los milagros no existen. Y esos ilusos que vienen a hablarnos de la fe, acerca de que si recuperamos la confianza en lo que somos y en cómo podemos expresar lo que somos, podemos mover montañas, sólo sueltan palabras bonitas porque hacerlo es fácil, la vida real es otra cosa y, en ella, las montañas se quedan donde están, donde siempre han estado, y de donde nunca se moverán. Pues “siempre” y “nunca” son las dos palabras que mejor definen lo que es la vida real, especialmente la nuestra.
¿Cómo dices? ¿Que probar a ver qué pasa, o pensar sin accionar, o hacer esperando que resulte lo contrario a lo que decimos querer, o luchar, no tienen nada que ver con la fe en nosotros mismos? Ah, bien, no había reparado en ese detallito. Quizás tengas razón, pero… no sé, es muy difícil, mejor esperamos un poco, ¿sabes?, y en cuanto veamos que las montañas comienzan a moverse de su sitio, no antes, tendremos esa fe.
muchisimas gracias por deleitarnos con este bellisimo cuento, un besin muy grande de esta asturiana.
ResponderEliminarjajajaja ! que bueno !!
ResponderEliminarCómo me re reído.........
! Que verdad más grande !!!
Pido permiso para compartirlo.......
Es precioso !!!
Un Abrazo gigantesco como una montaña !!!!
Dicen que sin ver no creer, hubo un pais que hizo una montaña de odio tan grande que ya no se veian unos a otros, entonces decidieron entre todos moverla y al hacerlo, del otro lado de la montaña encontraron la Paz... quedaron muchas montañitas de problemas.... pero la del odio casi se quito.. se llama IRLANDA. Un ejemplo moraleja de tus comentarios pero aun así, decimos eso es de ilusos que la FE mueve montañas. Claro, ahora que lo pienso, queremos mover las montañas que estan ahi afuera, dejando quieta la nuestra... asi es imposible. Intentare, mover la mia... quiza luego podre ayudar a otros. Un abrazo mi Pablo, hace días no te comentaba, aunque si te leo, y lo se porque en tus letras he descubierto herramientas que me ayudan a disfrutar mas mi camino. Un gran abrazo... Javier
ResponderEliminarGracias Ozna, siempre es un placer tu visita, otro beso para tí.
ResponderEliminarGracias Charo, es cierto, Monterroso se caracteriza por escribir cuentos muy muy breves, muy graciosos y a la vez muy profundos. Vale francamente la pena bucear en su obra.
Gracias Javier, un placer contar nuevamente con tus excelentes aportes. Qué buen ejemplo y concreto el que nos das con Irlanda. Y también es verdad, siempre miramos las montañas externas, y nos olvidamos de la que tenemos sobre nosotros y que nos limita en tantos aspectos. Es un honor y una inmensa alegría que aquí puedas hallar cosas que te aporten algo. Enorme abrazoª
Pablo