lunes, 21 de febrero de 2011

Elegir nuestras palabras



"Somos dueños de nuestros silencios
                                   y esclavos de nuestras palabras"
            (Anónimo - También atribuido a Mahatma Gandhi)


Ser esclavos de nuestras palabras es asumir nuestra responsabilidad, hacernos cargo, especialmente de las palabras que decimos sin sentir. Pues renunciamos a nuestra posibilidad de elección consciente y nos esclavizamos en la inconsciencia.
Siempre podemos elegir qué decir (o qué no decir). Nadie más que nosotros puede dominar nuestra lengua.
Tenemos el poder de sentir, pensar, pronunciar y actuar nuestras palabras. Podemos recorrer esos cuatro niveles, o sólo algunos de ellos. La palabra sentida, pensada, dicha y actuada, se manifiesta en nuestra realidad. Es conveniente, entonces, que esos cuatro niveles estén alineados en dirección a nuestro crecimiento, y no a nuestro empobrecimiento.
La calidad de nuestros diálogos internos influye en gran medida en la calidad de nuestra vida, pues es con nosotros mismos que sostenemos la inmensa mayoría de nuestras conversaciones. Somos nuestros propios compañeros inseparables. ¿Son nuestros diálogos amistosos? ¿O elegimos maltratarnos?
Podemos elegir palabras que sean puentes hacia nosotros y hacia los otros, o explosivos que destruyan todo posible encuentro.
Podemos elegir palabras auténticas, que expresen nuestro ser y que sean respaldadas por nuestro hacer, o palabras hipócritas, vacías de sustancia y de acción.
Podemos elegir la comodidad de la "etiqueta", que con una sola palabra clasifica, califica y juzga, o bien la sencilla aceptación de la complejidad de cada persona, imposible de reducir a un rótulo.
Podemos elegir palabras superficiales, que no rozan nuestra esencia ni contactan con los otros, y se pierden llevadas por el más leve viento, o palabras ancladas en lo que somos y en nuestro vínculo con los demás.
Podemos elegir palabras que den vida, o palabras tóxicas.
Podemos, si no sentimos nada constructivo que decirnos ni lanzar al mundo por medio de nuestra palabra, escoger el silencio.
Si estamos en un momento en que no nos aflora ninguna palabra vivificante, podemos practicar nutrirnos de algún recuerdo o de alguna experiencia externa que nos suscite el elogio sincero. Interrumpir el flujo de palabras críticas puede ser el primer paso para serenarnos, corrernos un poco de lugar y, así, poder comenzar a resonar con las mejores palabras que atesoramos en nuestro interior.
¿Y si hoy nos tomamos cinco segundos para "escuchar" cada palabra, antes de pronunciarla? Quizás nos ayudemos a elegir palabras que, en vez de esclavizarnos, aumenten nuestra conciencia de libertad.

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