miércoles, 16 de febrero de 2011

Acerca de los logros (Parte II)



En la primera parte del artículo, nos habíamos ocupado de qué es lo que queremos lograr y, dentro de ese aspecto, por un lado si buscamos ser o tener y, por otro, si buscamos por elección consciente o insconsciente. 
En esta segunda y última parte, daremos un vistazo a cómo pretendemos obtener lo que queremos lograr.

b) ¿Cómo pretendemos obtener eso que queremos lograr?

La segunda perspectiva tiene que ver con el cómo pretendemos obtener nuestros logros.
Tiene mucho que ver con lo que ya tratamos en el Punto a), porque el “cómo” se relaciona estrechamente con el modo en que nos autopercibimos y cómo percibimos a los logros.
Cuando nos consideramos ya completos, escogemos la simplicidad de ser, porque siendo quienes somos ya nos sentimos satisfechos.
He aquí lo que podemos denominar “felicidad”: un producto secundario de nuestro modo de ser, de nuestro modo de andar la vida. La felicidad no es una meta, sino la consecuencia de ser pleno. Cuando somos plenos, como el sol de la fábula con que iniciamos el artículo, nos limitamos a brillar, porque derramamos nuestra esencia en el mundo. No brillamos “para” deslumbrar, sino porque es nuestra naturaleza. No buscamos el elogio, el aplauso, el reconocimiento, las posesiones materiales, ni vivir determinados sentimientos. Nos concentramos en la experiencia de ser. Y, en una aparente paradoja, cuando nos concentramos en ser y nos quitamos la ansiedad por los logros, a menudo estos empiezan a aparecer. Y es que el logro es, en este caso, una manifestación de la plenitud de nuestro ser. Es como un árbol de manzanas: ¿te parece que él se preocupa en producir manzanas? El manzano se “limita” a ser manzano… ¡y las manzanas surgen! Los humanos, en cambio, desde que tenemos la facultad de “creernos” algo distinto a lo que somos, por eso mismo nos desorientamos.
Es en esa desorientación cuando caemos en el segundo modo de legar a nuestros logros.
Cuando no experimentamos la plenitud de nuestro ser, cuando nos percibimos incompletos, cuando “necesitamos” el logro para completarnos, no creemos que la forma de llegar a éste consista en ser, sino que debemos llegar a “tenerlo”. Como la experiencia del ser nos resulta desconocida, y por tanto increíble, creemos en cambio que tenemos que “conseguir” el logro.
Podemos intentar ese “conseguir” de diversas maneras:
1.- “Arrebatando”: cuando pensamos que la nota distintiva de la vida es la escasez, que no hay suficiente de lo bueno para todos y, a la vez, no confiamos en que nuestros recursos estén a la altura de los “mejores”, tenemos que arrebatar lo que creemos bueno para nosotros. En esta perspectiva experimentamos celos, envidia, rencor, ira, deslealtad, falta de confianza. Si no basta con mostrar nuestros dientes a los competidores, los morderemos. Eso que queremos será para nosotros. Percibimos al mundo como una jungla, en la que todos estamos contra todos. El único talento que nos reconocemos es la fuerza o la velocidad: para quitar o para ser más rápido que otro. La astucia, el engaño, la traición, son formas de esta concepción de la fuerza.
2.- “Suplicando”: el esquema es casi igual que el que vimos en el párrafo anterior, pero no creemos que tengamos fuerza ni velocidad. ¿Cuál creemos que sea nuestro talento? La capacidad de inspirar lástima. Intentamos generar relaciones con quienes creemos que pueden proveernos de aquello a lo que aspiramos, y tratamos de que sientan compasión por nuestro sufrimiento, para que nos den eso que buscamos. Da igual que sea amor, un puesto de trabajo, la recomendación para     que nos atienda cierto médico que curará nuestra enfermedad, lo que sea. La queja, pero también el reproche, la crítica, son formas de hacer sentir culpable a alguien más por lo que nos sucede a nosotros, de hacerlo sentir en deuda.
3.- “Esperando”: en este caso, nos sentimos “buenos”, pero creemos que la vida es básicamente injusta, que no premia la bondad sino otras características que juzgamos negativas. Los premios siempre se los lleva alguien que no es tan bueno como nosotros. Así es como funcionan “las cosas”, “el sistema”. Pero nosotros no nos contaminaremos actuando de ese modo, sino que nos quedaremos esperando un acto de justicia. Quizás Dios intervenga de alguna manera para que alguien reconozca la especial contribución que podemos hacer al mundo, la valore y nos recompense. Con amor, con aprobación, con bienes materiales, etc. El “pensamiento mágico”, el esperar el milagro, el que algo o alguien solucione nuestra vida, mientras nos quedamos cruzados de brazos, son formas de esperar.
4.- “Buscando ideales”: es una versión “aumentada” de quien se limita a esperar. Aquí buscamos, pero buscamos algo que nos representamos como “ideal”. Nos forjamos una imagen con todos los atributos que consideramos “perfectos”, y nos lanzamos en su búsqueda. Esto no es lo mismo que fijarse un ideal de mejora al que aspiramos, lo que puede ser una vía de crecimiento, pues cuando somos radicalmente idealistas, incurrimos en juzgar y criticar continuamente; ignorar o incluso despreciar lo que no concuerda con el ideal; estar en permanente insatisfacción. Podemos pensar en todos los regímenes totalitarios que, en su búsqueda del “hombre nuevo”, no tuvieron empacho en sacrificar a miles o millones de seres reales, de carne y hueso, que eran considerados inferiores.
5.- “Encontrando”: el sentimiento predominante en este caso es la inseguridad. No sabemos muy bien qué buscamos, o no sabemos cómo conseguirlo, y tampoco estamos seguros de quiénes somos. Vamos a la deriva. Somos hojas al viento. Vamos pero no vamos. Esperamos. Hoy estamos en un camino. Mañana en otro. Pasado quién sabe. Todo nos atrae, pero también todo nos aburre. Somos inconstantes. Experimentamos rápidos y vehementes entusiasmos, como igualmente rápidas y vehementes decepciones. Nos adherimos a lo que encontramos por el camino. Nos conformamos. Como no dirigimos nuestra atención enfocada hacia lo que elegimos, creamos desordenadamente, y vamos encontrando hoy una cosa, pero mañana su opuesto.

Cuando somos quienes somos
Cuando nos concentramos en expresar lo que somos, todos estos modos de intentar acceder a los logros nos resultan extraños, pues son herramientas inadecuadas.

Cuando expresamos nuestro ser, no arrebatamos, porque ni siquiera competimos en esos términos. Y es que la competencia de esta clase sólo es posible entre dos o más que persiguen lo mismo, y empleando recursos similares. Cuando expresamos nuestro ser, no buscamos un resultado sino que nuestro ser crezca, que sea más de lo que ya es, y como es “nuestro” ser, nadie más puede tener ese mismo objetivo. Y cuando estamos en ese camino, en todo lo que manifestamos ponemos toda nuestra vida, no sólo un determinado medio “técnico”, por lo que tampoco nadie más puede ofrecer un recurso que sea equiparable.
Un ejemplo para que lo veamos más claro. Puedo tener un comercio en el que vendo envases plásticos. Puede haber docenas de esos negocios en mi ciudad. Pero si yo comprometo mi vida en el servicio que ofrezco (y no sólo en el producto, ni siquiera en el precio), éste será absolutamente diferente al que cualquier otro “competidor” pueda ofrecer. Te invito a pensar en todas las situaciones en las que elegís, en cualquier ámbito de tu vida: cuando comprás algo, cuando vas a un cierto restaurante, cuando entablás amistad con alguien, cuando te enamorás, cuando elegís qué libro leer, en cualquier caso, hay un componente racional que sustenta tu decisión, pero lo fundamental pasa por algo que te sería difícil definir con palabras. Y es que, de algún modo,  empatizas” con la persona, servicio o cosa de que se trate, y eso no pasa sólo por sus características “técnicas”, sino con algo que te hace resonar en la misma frecuencia vibratoria.

Cuando expresamos nuestro ser, no suplicamos. Sabemos quiénes somos, y nos sabemos responsables de nuestra vida, que no es otra cosa que nuestro ser manifestándose. Somos responsables, no víctimas, por lo que no experimentamos autoconmiseración ni deseamos inspirar pena en nadie. Es una opción inimaginable, y no por una cuestión de orgullo, sino porque somos conscientes de quiénes somos, y por tanto sabemos que poseemos los recursos para crear según elijamos. Nadie es culpable ni responsable por lo que experimentamos en nuestra existencia, salvo que nosotros hayamos renunciado a nuestro propio poder entregándoselo a alguien más. En cuyo caso, somos responsables de esa renuncia original.

Cuando somos quienes somos, no nos limitamos a esperar. Hay momentos, tiempos, en los que elegimos detenernos, porque creemos que eso es lo más acertado. Son pausas en un proceso general de movimiento, por completo diferentes a sentirnos inmóviles, estancados. Quizás sea el tiempo que media entre la siembra y la cosecha. Quizás un descanso a mitad de la siembra. Pero es un pequeño rellano antes de abordar el siguiente tramo de escalera. Nuestro ser rebosa de la energía del entusiasmo, y la energía tiende a moverse, no a estancarse. No es el movimiento alocado, sin dirección, sino el movimiento enfocado, dirigido, a la expresión de quienes somos. Si hay injusticia, no se disminuye sintiendo resentimiento, sino siendo más justos, expandiendo la impecabilidad de nuestro proceder para que contagie, para que motive, y haya así cada vez más justicia. Y es igual con cualquier aspecto que elijamos no ver manifestado: pobreza, enfermedad, ignorancia, violencia, etc. Recordemos que la mejor solución para que no haya oscuridad, es poniendo luz en su lugar.

Cuando nos enfocamos en nuestro ser, no vamos en pos de ideales “inventados”. Aspiramos a crecer, a ser más de lo que ya somos. No tenemos que inventar nada, sino dejar que sea libre y plenamente lo que ya es. Y eso incluye que, como seres espirituales viviendo una experiencia terrenal, todos, y en cualquier momento, podemos realizar elecciones que no conducen a la expansión del ser, sino a su limitación, su empobrecimiento. Es conveniente aceptar esas elecciones (que no es lo mismo que aprobarlas ni fomentarlas), dedicando una mirada amorosa y compasiva. Sobre nosotros mismos, sobre los demás. No es tampoco una elección de crecimiento el sacrificar a nadie (comenzando por nosotros mismos) en holocausto de lo que “deberíamos” ser, de un ideal forjado sólo intelectualmente. Podemos perdonarnos, perdonar a otros, y proseguir, sin detenernos a crucificar  a nadie. Cuando vamos en el camino de realizar nuestro ideal de vida, es un ideal “real”, realizable, que nos pone nuestra mente, pero también nuestro cuerpo, nuestro corazón y nuestro espíritu.

Cuando somos quienes somos, lo que podemos encontrar es muy distinto a lo que encontramos cuando no somos conscientes. Como siempre encontramos aquello que resuena con nuestra atención enfocada, cuando estamos expresando nuestro ser encontraremos cosas, situaciones o personas acordes a esa expresión. Si ponemos amor, comprensión, solidaridad, paciencia, generosidad, en nuestra vida no nos la pasaremos encontrando ira, tristezas, egoísmo, ansiedad. Si estamos enfocados en nuestra elección consciente, no nos la pasaremos encontrando lo inesperado, lo fortuito. Y cuando encontremos algo o alguien que no se corresponde con lo que decidimos manifestar, ante todo nos examinaremos a nosotros mismos para ver en qué y cómo estábamos enfocados.

Cuando somos quienes somos, con todo, más allá de la dimensión individual de nuestra existencia, podremos atravesar experiencias que tienen que ver con la dimensión colectiva y con la dimensión de misterio, aspectos que van más allá de nuestros propios recursos. Pero, ante ellas, siempre seremos dueños de cómo las interpretaremos y qué decidiremos hacer (o no hacer). Es, para verlo más claramente, la diferencia que existe entre la “suerte” (tomada como puro “azar”, como “probabilidad”) y la “buena suerte” (que creamos nosotros, según lo que hacemos con ese azar o probabilidad). Es ahí, en nuestra decisión de elegir de tal o cual manera, y no en lo que se presenta, donde residirá la esencia de nuestro logro.

Resumen
Como síntesis de este recorrido, podemos destacar que, cuando nos referimos a los logros, es conveniente distinguir dos perspectivas:

a) ¿Qué es lo que queremos lograr?
Esto incluye dos aspectos:

a1.- ¿Buscamos ser o tener?
       a1.1- Buscamos “tener” cuando el logro es algo externo que viene a completar nuestro ser.
           Buscamos “ser” cuando el logro es la expresión de lo que ya somos.
        a1.2.- Cuando buscamos “tener”, existen dos grandes riesgos:
           . Exagerar los medios: nos damos en exceso, aparentando lo que no somos.
           . Suprimir los medios: renunciamos

a2.- ¿Buscamos por elección consciente o inconsciente?
     a2.1.- Buscamos por elección inconsciente cuando aspiramos a realizar deseos ajenos.
     a2.2.- Buscamos por elección inconsciente también cuando aspiramos a deseos propios pero guiados por el “tener”.
     a2.3.- Buscamos por elección consciente cuando aspiramos a realizar deseos propios guiados por nuestro “ser”.

b) ¿Cómo pretendemos obtener lo que queremos lograr?
Según lo que busquemos y cómo nos percibamos, serán los medios con los que pretenderemos obtener lo que queremos lograr.
b1.- Cuando nos consideramos seres completos, escogemos ser lo que somos.
b2.- Cuando nos consideramos seres incompletos, creemos que llegaremos al logro:
      b2.1.- Arrebatando
      b2.2.- Suplicando
      b2.3.- Esperando
      b2.4.- Buscando ideales
      b2.5.- Encontrando

Conclusión
Cuando asumimos una posición de responsabilidad sobre nuestra propia vida, sabemos quiénes somos y adquirimos conciencia de nuestro poder creador. Estamos en condiciones de diseñar los logros que sean expresión de quienes somos. Estamos en condiciones de alinear nuestros niveles de manifestación (nuestros sentimientos, pensamientos, palabras y acciones) de modo que reflejen nuestro ser y tiendan a su crecimiento. Estamos en condiciones de fijar metas que se encuentren en sintonía con nuestros propósitos y nuestro sentido.
Que “estamos en condiciones” significa que disponemos del potencial para que así sea.
Para que ese potencial se ponga en acto, se requiere nuestra decisión de comprometer en ello nuestro trabajo personal.
Para concretar esa decisión, sólo se requiere nuestra elección consciente.

    
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6 comentarios:

  1. Me encanta leerte !!!!
    Me gustaría " ser " y no "tener "..... pero desgraciadamente, vivimos en una sociedad donde se nos exige tener éxito y dinero.... ! craso error !

    Conocernos a nosotros mismos requiere un esfuerzo, que a veces no estamos dispuestos a realizar...
    Pero esa sería la solución ¿ no ?....
    aprender a saber qué grado de evolución tenemos y a aceptarlo, depende nuestro éxito en la evolución.. Si queremos evolucionar, debemos conocernos, aceptarnos y adquirir los conocimientos para llegar a la verdad.
    Amor + sabiduría = verdad.
    ¿ Qué grado de evolución tengo yo ???
    Gracias por ser y estar !!!!!!

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  2. Gracias Charo, a mí también me gusta leerte, tus reflexiones son muy interesantes.
    Todo "me gustaría" puede ser transformado en un "me gusta" o "no me gusta" si decidimos al respecto. Igual respecto a exigencias externas, las hacemos nuestras o no.
    No creo que ser sea excluyente con tener, como tampoco lo incluye necesariamente. Ni por ser materialmente pobres nos volvemos santos, ni por tener bienes materiales demonios. Tema aparte es cuánto acumulamos y cómo lo conseguimos, donde volvemos al punto anterior :-)
    No sé realmente si hay o no evolución, ambas respuestas son posibles, pero la certeza me parece que entra en la esfera del misterio, lo que no podemos saber con seguridad. Prefiero hablar de crecimiento, que eso sí creo que lo hay, nuestro ser crece cuando no sólo lo tenemos en nuestro interior sino que lo practicamos en el exterior. Coincido con vos en que eso requiere conocernos, y requiere un esfuerzo, y también que tendemos a la pereza. Respecto a todo eso, es nuestra elección hacerlo o no.
    Es una interesante fórmula la que expresás respecto a la verdad.
    Ni idea en cuanto al grado de evolución, pero ¿ves?, al ver esa pregunta a mí me hace ruido el tema de la evolución, porque da pie a que haya quienes se consideren más evolucionados a sí mismos y a otros menos (lo que suele acarrear ventajas para los primeros .... casualmente), y yo soy un partidario de la igualdad...todos participamos de la misma esencia, no hay superiores ni inferiores, no hay elegidos, cuando hablamos de grandes maestros (por ej. Jesús, para mí) me parece que son seres fuera de esta escala por lo que no son una excepción a la regla, sino que no participan de la regla. Hablar de crecimiento no afecta la igualdad, es una cuestión personal, y no da lugar a mejores ni peores, es menos competitivo. Pero no sé, amiga, vovlemos a lo de antes, para mí es una cuestión para la cual no hay respuesta, y entonces nos queda ir eligiendo en función de lo que más nos resuene.
    Gracias por movilizar el pensamiento y el sentimiento, Charo! Abrazo. Pablo

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  3. Gracias Pablo, vuelves a darme una lección.... pero tengo otra pregunta para tí, si me permites que vuelva a acaparar parte de tu tiempo.... te lo agradezco de corazón....
    Hablas de crecimiento personal y yo de evolución, quiero pensar que hablamos de los mismo, aunque utilicemos términos distintos.... para mí , la evolución no es más que un crecimiento como persona... en una unidad, que somos todos.... pero mi pregunta era la siguiente:
    No creo que podamos crecer todos al unísono... ni considero egoísta a una persona porque intente crecer o evolucionar....
    Díme Pablo, ¿ que hay que hacer, si el que está sentado a mi lado, no quiere crecer ??
    ¿ ralentizo yo mi marcha ???

    Un Abrazo Pablo....... y gracias, una y mil veces más.

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  4. Hola Charo, gracias por tu presencia y tus bellos aportes.
    Sí, es probable que, con diferentes denominaciones, nos refiramos a lo mismo. Suele ocurrir. Creo entonces que coincidimos en lo esencial de la cuestión.
    Creo, como vos, que el crecimiento, desde que es una tarea personal, difiere de una persona a otra. Tampoco me parece que haya egoísmo, pues lo sería si yo hago algo para entorpecer el crecimiento de otro (por ejemplo un padre o madre excesivamente autoritari@ que prefiere que su hij@ nunca crezca), en cuyo caso no hay, tampoco, amor de por medio. Fuera de eso, cada uno decide si crece o no, a qué ritmo, etc.
    Y en cuanto a tu pregunta final.... ¿a ti que te parece?.... Como en todo, no me parece que "haya que hacer" algo en particular, sino elegir lo que creemos acertado desde nuestro ser. Mi perspectiva es que más allá de centrarme en mi crecimiento, no puedo reemplazar al otro en su decisión personal. Puedo ayudarlo, puedo mostrarle con mi existencia que es posible crecer, puedo mostrarle herramientas para hacerlo, puedo alentarlo....y ahí se detiene mi aporte, luego es él o ella quien resuelve, ni siquiera está obligado a prestarme atención, si ni siquiera quiere oír. Eso, creo, en lo que se refiere al tema del crecimiento del "otro".
    Luego está la cuestión de qué hago yo con la relación. Una vez más, no hay nada que se "tenga que hacer", sino lo que elijo, ya sea conjuntamente con ese otro, o en lo que a mi parte de responsabilidad toca. ¿Qué sientes tú que quieres hacer? ¿Cuál de las opciones que te planteas es la que te aporta más paz, satisfacción? No hay obligación ni de proseguir ni de cortar la relación, sino la posibilidad de hacer algo al respecto, y ese algo puede ser para crecer o no. Siempre todo es elegible, incluso podemos elegir inmovilizarnos o ir hacia atrás, aunque obviamente no parezca saludable. Pero hay algunos aspectos en los que podemos reflexionar:
    1.- Toda relación es un reflejo de nosotros mismos. Más allá de cómo es el otro, es porque refleja mi interior que estoy en una relación. No nos involucramos en relaciones con quien no tiene nada en común con nosotros, con quien no vibra, de algún modo, en la misma sintonía que algún aspecto nuestro. Hasta cuando nos relacionamos desde el miedo, el otro está allí en respuesta a nuestra sintonía de temor, aunque obviamente no querríamos que estuviese allí.
    2.- Toda relación nos da la oportunidad de expresar la mejor versión de nosotros mismos. También independientemente de lo que el otro sea, haga, diga, piense, etc. Siempre podemos elegir qué ponemos en la relación.
    3.- Coexistir con los demás, y llegar a convivir, implica que no vivimos aislados, sino en contacto con los otros, por lo que todo el tiempo estaremos viviendo en contextos de diferentes grados de crecimiento personal. Podemos segur creciendo a nuestro ritmo, y seguir o no en relación con determinadas personas, según elijamos.
    4.- Cuando, en una relación, el otro ya no me refleja de ninguna manera, porque ya no tenemos nada que resuene en común, la relación está muerta. Podemos aceptarlo, resistirnos, resignarnos, etc.
    5.- Cuando decidimos terminar una relación muerta, es probable que experimentemos el dolor de la pérdida. No conviene negar el dolor, sino asumirlo y trascenderlo. Es difícil el “mientras tanto”, el atravesar el tiempo de sufrimiento, pero siempre hay otra orilla del otro lado del río. Si se terminó algo que ya no tenía vida, es porque se genera espacio para ocuparlo con nueva vida. Si una relación se termina porque ya no hay nada en común, otra relación con alguien que refleje nuestro estado actual es perfectamente posible. ¿Acaso mientras crecemos físicamente nos empeñamos en continuar usando la ropa de cuando teníamos 4 años? Si eso es evidentemente un absurdo, ¿por qué no lo es con respecto a tantas otras consecuencias que acarrean nuestros cambios personales?

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  5. Bueno Charo, disculpa que el comentario al fin se hizo casi más largo que la nota, y tampoco quiero abusar de tu paciencia. Como sea, recuerda que no hay respuestas lineales ni únicas, lo bueno es hacernos preguntas que nos muevan a ir experimentando qué respuestas generamos desde nosotros mismos. Gracias por tus profundos comentarios. Cariños! Pablo

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  6. GRACIAS!!!!! :)
    InLakEch

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