martes, 1 de marzo de 2011

Algunas ideas acerca de la suerte


 “Muchos creen que tener talento es una suerte;
nadie que la suerte pueda ser cuestión de talento”
(Jacinto Benavente)

Solemos pensar que las cosas buenas de la vida dependen de la suerte, de la buena estrella, de un don de nacimiento, de un destino afortunado escrito en vaya a saber qué renglones del universo.
“Tengo mala suerte”, “tuvo un golpe de suerte”, “le sonrió el azar”, “me crucé con un gato negro”, “pasé debajo de una escalera”, “es martes 13”…. Si las últimas expresiones te causaron risa, ¿por qué no las primeras, si son del mismo tipo? Si las últimas tampoco te causaron risa y te las tomas en serio… ¡¡estamos en problemas!!
El azar, la suerte, lo aleatorio, son reconducidas por el Diccionario de la Real Academia Española a la palabra “casualidad”, a la que caracteriza como lo que no se puede prever ni evitar. Pero si consideramos la Estadística, y expresándolo de un modo simplificado, el azar caracteriza que algo, en un caso concreto, puede arrojar un resultado impredecible, pero considerado en gran número, tiende a estabilizarse en un cierto valor, y la probabilidad, también simplificadamente, es la ocurrencia de cierto resultado en el universo de casos posibles. Para dar un ejemplo sencillo, si arrojamos una moneda al aire, los resultados posibles son que caiga del lado de la “cara”, del lado de la “ceca” o de canto. Experimentando, por ejemplo en 100 tiradas de esa moneda, podemos tener que una vez cae de canto, 47 veces del lado de la cara y 52 del lado de la ceca. Vemos que mientras es muy improbable que la moneda caiga de canto, la probabilidad de que caiga cara o ceca es muy similar. Cuantos más resultados posibles hay, más baja es la probabilidad. Por ejemplo, arrojando un dado, la posibilidad de que salga un cierto número es de uno entre seis (los seis valores posibles del dado), y si jugamos un número a la ruleta, será de uno entre treinta y seis, mientras que si jugamos a color, volveremos a casi el 50% para rojo y negro.
¿Qué significa esto? Por lo menos cuatro cosas.
Una, que el concepto de “buena” o “mala” suerte es una cuestión cultural, fabricada por nosotros, pues por ejemplo que la moneda caiga de un lado o del otro es en principio irrelevante. Cuando aparece nuestro deseo de que el resultado sea cara, podemos llamar “buena suerte” a la producción de éste resultado, o “mala suerte” cuando cae ceca.
La segunda, que si bien en un caso concreto el resultado no puede asegurarse, sí hay elementos que aportan a que la probabilidad suba o baje. Si vamos al casino y elegimos apostar por número, tendremos una probabilidad mucho más baja que si escogemos  por color.
La tercera, y consecuencia de la anterior, es que aunque no podamos influir en que se dé un cierto resultado, sí podemos elegir de tal manera que nuestra probabilidad de gozar de buena suerte aumente.
La cuarta, que cuanta más alta es la probabilidad de que se produzca un resultado dado, menos hablamos de suerte y comenzamos a usar palabras tales como “lógica”, “mérito”, etc. Si apostamos a 35 de los 36 números de la ruleta, por ejemplo, la probabilidad de acertar es tan abrumadoramente alta que diríamos que se trata de una obviedad.
Todo esto es particularmente notorio cuando hablamos de sucesos que tienen que ver con nuestra vida. Por ejemplo, si nos subimos a un auto para conducirlo, existe una cierta probabilidad de que sufra una falla. Pero si nos aseguramos de que tenga combustible, le realizamos el mantenimiento adecuado, conducimos cuidadosamente, la probabilidad de que el auto falle en su aspecto mecánico se reduce mucho. Respecto al hecho de conducir, si hemos aprendido a hacerlo, confiamos en que sabemos hacerlo, dominamos los nervios que nos produce el tráfico, conocemos la orientación de las calles, conocemos el camino para llegar a destino, si nuestra vista es suficiente, etc., la probabilidad de sufrir un choque es muy baja. Que aparezca otro conductor desaprensivo a toda velocidad y nos lleve por delante, es mucho más improbable. Y, en todo caso, nosotros hemos hecho todo lo que dependía de nosotros. Pero si no revisamos el tanque de combustible, si no ponemos las marchas cuando corresponde, si frenamos desaprensivamente, si conducimos media hora cada tres meses, si necesitamos anteojos y no los usamos, si el que otro automovilista nos toque bocina nos hace perder el control… todos esos son factores que, estando en nuestra órbita de actuación, influyen para que nos enfilemos hacia la mala suerte. ¿O hacia lo previsible, más bien?
Cuando no hacemos uso de nuestros recursos, o hacemos mal uso de ellos, estamos contribuyendo a que la probabilidad vaya en nuestra contra. Para decirlo en términos que están de moda: estamos empleando la “ley de atracción” en nuestro perjuicio, estamos atrayendo lo que no queremos. Y no hay en esto nada de esotérico, oculto, mágico ni… “secreto”.
Es curioso que a menudo tenemos la fantasía de tener buena suerte en algún juego de azar que nos permita convertirnos en millonarios, pero en lo cotidiano, donde tenemos a mano la posibilidad concreta de actuar incrementando nuestras probabilidades de éxito (en todas las manifestaciones de nuestra vida), hacemos lo opuesto, o nos desentendemos.
Si estas nociones te parecen razonables, ¿hacia dónde vas a elegir enfocarte a partir de ahora? ¿Hacia tu buena o mala suerte?

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2 comentarios:

  1. Pablo, mucho gusto y gracias por visitar mi blog y dejar tu comentario. He venido al tuyo y ha sido un verdadero gusto, lleno de buena energía y posts valiosos.
    Muchos saludos y te espero para tomar un café en el mío cuando quieras.
    Saludos desde México,

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  2. Hola Clau! Muchas gracias por tu visita y por tu agradable comentario. Me alegro que también te gustase pasar por aquí. Y claro que sí volveré al tuyo, también fue una experiencia muy agradable. Cariños, Pablo

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