martes, 15 de marzo de 2011

Visión de Túnel


“El ojo ve sólo lo que la mente está preparada para comprender”.
 (Henri Bergson)

Vemos, e interpretamos lo que vemos, desde nosotros mismos, desde nuestra subjetividad.
Exista o no una realidad objetiva, lo cierto es que nuestra forma de aprehenderla es únicamente desde nosotros. La mirada es personal, pues no somos simples espectadores sino más bien partícipes de lo que observamos. Dos personas distintas, observando un aparentemente mismo objeto real, no “ven” necesariamente idéntico objeto. O, viendo exactamente la misma cosa material, quizás difieran en el significado que aquella tiene para cada uno de ellos. No es lo mismo ver una soga para aquél que la capta como algo que puede servir para atar, que para quien tuvo un familiar que se ahorcó con un objeto como ese. Cuanto más comprometidos emocionalmente estemos con aquello hacia lo que dirigimos nuestra mirada, más enfocados estaremos en lo que suele denominarse como “visión de túnel”, esto es, mirar las cosas como siendo de una única manera posible, y sin posibilidad de que sean de otra manera. Eso es lo que experimentamos cuando atravesamos un túnel: un panorama lineal, sin contexto, sin alternativas. Como es obvio, cuando cruzamos el túnel sabemos que éste en algún punto se acaba. En nuestra vida diaria, no siempre somos conscientes de esto, y creemos que nuestra experiencia del túnel durará por siempre.
Miramos, entonces, desde nuestras creencias o nuestros saberes. Miramos desde los significados que hemos descubierto o construido, o desde los significados que alguien más nos ha transmitido y que adoptamos como propios. Miramos desde lo que nos afectó de algún modo en especial. Miramos a menudo desde imágenes o ideas estereotipadas de cómo “tiene” que ser lo que observamos. Miramos, en fin, desde una pequeña porción de nuestro pasado, y solemos creer que eso es todo lo que hay y siempre será así.
Es difícil ver más allá de las murallas con las que rodeamos nuestra mirada. Implica un esfuerzo de decisión consciente poder acceder a una realidad diferente. Para empezar, hay que admitir que estamos observando paredes que bien pueden estar sólo en nuestro modo de mirar. Eso implica abrirse a nuevos modos de mirar, y a nuevos objetos por ver. Lo cual requiere un compromiso activo, pues de algún modo se trata de desaprender lo que creemos, o al menos poner en suspenso la creencia, para poder acceder a algo diverso. Es el típico ejemplo de esos dibujos de tests que pueden ser interpretados como diferentes figuras. Primero vemos algo, y cuando nos sugieren que puede haber otra cosa, incluso diciéndonos qué es lo que podemos llegar a ver, aún nos da trabajo deshacernos de la primera imagen para poder acceder a la nueva.
Si miramos desde una parte de nuestro pasado, si a éste lo interpretamos como insatisfactorio, y lo proyectamos hacia el futuro con una visión de túnel, no sólo es difícil llegar a ver algo distinto, sino incluso sostener nuestra esperanza de que exista algo diferente. La renuncia, así, aparece como el horizonte más probable de nuestros días. Y la renuncia no es más que expresar nuestra resignación a que no exista nada para nosotros más allá de las paredes que nos rodean.
Quizás, antes de renunciar, no sea mala idea tratar de escalar nuestra muralla personal, o tirarla abajo.

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2 comentarios:

  1. Gracias Pablo, por tus reflexiones.

    Realmente me has hecho pensar en que todo lo que vemos, lo hacemos teniendo atras todo el cumulo de experiencias positivas y negativas que hemos vivido.
    Y mi forma de verlo sera totalmente diferente del resto.
    Muy importante a considerar.
    Un abrazo.

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  2. Hola Ani, qué alegría recibir tu visita y tu comentario aquí!
    Es como dices, el punto es que si al menos también mirásemos desde nuestros logros pasados, al menos podría ser un incentivo para estar abierto a nuevas posibilidades, mientras que mirando desde la impotencia sólo damos por cerradas todas las opciones.
    Enorme abrazo! Pablo

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