martes, 1 de febrero de 2011

Cuatro cuestiones para el crecimiento diario




Transcurrimos nuestra existencia en el día a día.

Es cada día cuando tenemos la oportunidad de aprovechar y trascender nuestro pasado, proyectar y modelar nuestro futuro. Aprovechamos esa oportunidad cuando somos conscientes de que ella está disponible sólo en el día que se abre ante nosotros, y concentramos en éste el foco de nuestra atención. Aprendemos, trascendemos, proyectamos y modelamos, HOY.


El lugar en el que nos situamos hoy no tiene por qué ser la reproducción del que ocupamos ayer, el año pasado, hace una década. El lugar en el que nos situamos hoy no tiene por qué ser el mismo que ocuparemos mañana, dentro de ocho meses, en 2015.

Si el lugar es siempre el mismo, es porque estamos quietos, inmóviles. Transcurre el tiempo, pero no crecemos. El tiempo nos pasa por encima. Envejecemos.

Si el lugar no es el mismo, eso implica que existe una distancia entre un lugar y otro. Esa distancia está dada por los pasos que nosotros damos entre ambos lugares.

Aclaremos que no hablamos de lugares físicos, sino existenciales, de posiciones de vida (lo que puede también incluir lugares físicos, pero es más que sólo estos; si no cambiamos nosotros, que nos vayamos de un extremo al opuesto del planeta no es más que un intento fallido de fuga, pues siempre nos llevamos a nosotros mismos). El lugar de víctima o de responsable, el de quien acciona o reacciona, etc.

Los pasos que decidimos dar, pueden ser de crecimiento o de involución. Si vamos de una posición existencial a otra más satisfactoria para la expresión de nuestro ser, crecemos. Si vamos hacia otro lugar más insatisfactorio, o creemos que nos movemos para, en realidad, acabar regresando a la misma posición original, nos estancamos, involucionamos.

La dirección de nuestros pasos está dada por los cuatro niveles en los cuales nos manifestamos diariamente: lo que sentimos, pensamos, decimos y hacemos. Interrogándonos respecto a cada uno de esos planos, día a día, como vimos en un artículo anterior[1], enfocamos nuestra atención en el presente, y podemos ir evaluando hacia dónde nos dirigimos.

Pero también, día a día, hay otras cuatro cuestiones que podemos plantearnos, para ayudarnos a ser conscientes de nuestro programa de crecimiento:

a) ¿Qué decido “soltar”? Aquí nos planteamos aquellos aspectos que están presentes en nuestra vida y que no nos resultan satisfactorios. Por ejemplo, nuestra tendencia a criticar, a formular juicios, a posponer, a dar sólo si recibimos algo a cambio, a no escucharnos ni escuchar a otros, hábitos perjudiciales, adicciones de todo tipo, experiencias de carencia, etc. Es lo que no queremos seguir manifestando en nuestra vida.

b) ¿Qué decido “conservar”? Aquí observamos los aspectos de nuestra vida que sí consideramos satisfactorios, con los que experimentamos plenitud. Por ejemplo, nuestras relaciones amorosas, nuestra familia, nuestro trabajo, nuestra expresión artística, etc.

c) ¿Qué decido “incorporar”? Aquí elegimos manifestar en nuestra vida aspectos que aún no están activamente presentes, aunque sí lo están en potencia. Son aspectos que requieren nuestra decisión para ponerse en acto. Por ejemplo, aprender un idioma, expresar adecuadamente nuestros sentimientos, hablar en público con soltura, hacer ejercicio físico, etc.

d) ¿Hacia dónde decido “proyectarme”? En este punto, a partir de lo que decidimos soltar, conservar e incorporar, nos proyectamos hacia aquello que elegimos como nuestra imagen de vida plena. Aquí nos enfocamos en nuestra existencia libre de lo que decidimos dejar atrás, con lo que elegimos conservar creciendo en calidad, y con lo que resolvemos incorporar integrado en el todo de nuestra vida. Es el punto en el que más se expresa nuestra potencialidad creadora, porque decidimos conscientemente lo que manifestamos.

Se trata, al fin, de que existe una interrelación estrecha entre estas cuatro cuestiones y los cuatro interrogantes que nos hacemos acerca de los niveles de manifestación de nuestra existencia. Lo que sentimos, pensamos, decimos y hacemos, tiene que hallarse “alineado”, es decir, apuntando en la misma dirección, y esa dirección tiene que hallarse en un lugar más satisfactorio que el que ocupamos hoy, para hablar de crecimiento. No es así cuando “tironeamos” hacia diferentes lugares, o cuando nos alineamos hacia lo insatisfactorio. Y, a su vez, para verificar que lo que manifestamos sea expresión de lo que elegimos conscientemente, es imprescindible cotejar eso que sentimos, pensamos, decimos y hacemos, con lo que decidimos soltar, conservar, incorporar y proyectar.

Al comienzo puede parecer difícil. Con el tiempo, parece que no puede ser de otro modo.


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2 comentarios:

  1. En el camino de vivir que me llevo bitacoras me encontre con tu blog y me pareció maravilloso en profundidad que eso es mucho decir en los tiempos que corren, fue un gusto estar en tu camino, te dejo un abrazo lleno de luz desde Israel y hacia Rosario un abrazo grande que abraza en el camino toda la luz del mundo.

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  2. Hola Helen. Un honor tu visita, que agradezco, así como el que dejaras tus hermosas y estimulantes palabras. Agradezco y celebro que nuestros caminos se encontraran. Otro abrazo también grande y luminoso! Cariños, Pablo

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